El conocimiento que se tiene en la actualidad de las divinidades célticas de Cilleros y su entorno es un producto de la Romanización. Los datos conocidos de la religión indígena anterior a la conquista romana son meramente testimoniales. Todavía estamos lejos de averiguar las causas de que los pueblos prerromanos (Vetones y Lusitanos) no dejaran, apenas, restos de sus creencias religiosas y sus ritos pero lo cierto es que, sólo después de la toma de contacto con la cultura romana, las comunidades célticas comenzaron a manifestar su espiritualidad y a preservarla para la posteridad utilizando, además, métodos romanos. Por tanto, nuestra información al respecto se puede datar, casi exclusivamente, entre los siglos I-III d. C., aunque es lógico pensar que las divinidades que entran en la historia durante esos siglos formaban parte de unas tradiciones profundamente arraigadas durante la época prerromana.

Para plasmar sus devociones, los individuos y las comunidades indígenas utilizaron como principal medio la realización de inscripciones votivas en altares, en las cuales hacían constar sus nombres junto al de las deidades a las que hacían el voto, a menudo citando también apelativos referentes a las mismas. Las dificultades para datar con precisión los altares votivos tienen como consecuencia que no sepamos con seguridad si las religiones indígenas estaban en decadencia, durante los siglos citados, ante la irrupción de la cultura y la religión romanas.

La persistencia de las creencias célticas no fue, sin embargo, uniforme en todos los ámbitos. Dado que la estructura político-administrativa romana tenía sus más contundentes focos de difusión en las ciudades, fue en éstas donde más intensamente y con mayor prontitud se impusieron también sus elementos culturales sobre las tradiciones autóctonas. Aunque la cultura de Roma fue introduciéndose progresivamente también en las pequeñas localidades rurales, aquí la religión indígena mantuvo una gran solidez, como muestra el equilibrio existente entre las aras votivas dedicadas a las deidades autóctonas y romanas en ámbitos rurales.

Un claro ejemplo lo tenemos en Cilleros. En la finca de Malpartida, empotrada en el brocal de un pozo, se encuentra un Ara Votiva en granito rojo de grandes dimensiones, 105 x 54cm. El estado de conservación es malo, encontrándose la inscripción muy borrada, la cual, presenta cinco líneas de letra irregular situadas en la parte alta del neto:

CAD(.)RVS
ORAISACI.F
(.)I(.)S(.)C(.)
ONVC(..)O
V. S.

Desarrollando la dedicatoria de forma completa tenemos lo siguiente:
Cadarus / Oraisaci f(ilius) / [-]I[-]S[-]C[-] / Onuc[-]o / v(otum) s(olvit)

El dedicante “Cadarus Oraisaci f(ilius)” (Cadarus, Hijo de Oraisaci) está haciendo un voto a un Dios indígena. Por desgracia, el nombre de la divinidad es ilegible, salvo en alguna de sus letras, “[-]I[-]S[-]C[-] Onuc[-]o”; y finaliza con la fórmula “v(otum) s(olvit)” (cumplió este voto).

Muy cerca de Malpartida, a unos 2 kilómetros, en la Finca de La Ramallosa, junto a la Rivera Trevejana, se encontró otro Ara Votiva de el mismo dedicante, “Cadarus Oraisaci f(ilius)”, pero esta vez dedicada a un Dios del Panteón romano, el Dios Marte. Se trata de un Ara tosca en granito de 85 cm de altura; la inscripción se sitúa en la parte alta del neto y consta de cuatro líneas de capital cuadrada:

CADAR(VS)
ORAISA(CI.F)
MARTI. V(S)
L. M.

Desarrollando la dedicatoria:
Cadar[us] / Oraisa[ci f(ilius)] / Marti • v(otum) [s(olvit)] / l(ibens) • m(erito)

La traducción sería algo así como: Cadarus, hijo de Oraisaci, a Marte, de su propio voto y voluntad y bajo su justo mérito.

Estos hallazgos, además de los numerosos encontrados en el campo de Villamiel y Valverde, nos dan la visión de un territorio poblado y romanizado; ya sabemos que el nombre de Cilleros tiene su discutido origen en el Latín, introducido por los romanos en la península. Hemos de tener en cuenta, además, que esta costumbre de manifestar sus devociones religiosas en inscripciones latinas habría estado menos extendida entre las poblaciones de más profunda tradición indígena, por lo que cabe pensar que existe un mayor volumen de elementos culturales de las mismas que no han perdurado hasta el presente.

Ara votiva de Malpartida, Cilleros. Vista desde el interior del pozo.

Ara votiva de Malpartida, Cilleros. Vista desde el exterior del pozo.


Fuente: García de Figuerola, Miguel - Arqueología Romana y Medieval de la Sierra de Gata