Querer averiguar la época o el momento en que tuvieron principio la aplicación y el uso de las aguas minero-medicinales es imposible. Su conocimiento, así como su culto, arranca probablemente de la Prehistoria. Se dice que fue el azar el que descubrió las aguas minerales y sus aplicaciones terapéuticas. Si damos crédito a algunos autores que se han preocupado de esta materia fueron los animales enfermos quienes usaron instintivamente este remedio natural.
De lo que no cabe duda es que las aguas minero-medicinales se conocen desde tiempo inmemorial, pues su olor, sabor y temperatura, tan diferentes a las del agua común, hicieron que el hombre se fijara en ellas de una forma especial, sobre todo durante el Imperio Romano, que hizo del agua fundamento de su tipo de vida y cultura con la construcción de numerosas termas, baños y fuentes.
En esa época, a pesar de la falta de unos conocimientos químicos como de los que se puedan disponer en la actualidad, aprendieron a distinguir las diferencias existentes entre las distintas aguas minero-medicinales y a dividirlas según contuvieran azufre, nitro, sal, hierro, etc., es decir, que su clasificación reposará sobre la mineralización principal de las aguas. Y fue la observación la que les llevó a emplear unas u otras en las diferentes enfermedades, aplicando las aguas según el carácter de la enfermedad.
Entre éstas, las aguas sulfurosas no ofrecían problemas de identificación y además se mantienen hoy día dentro de las clasificaciones de las aguas minerales. Parecen coincidir todos los autores antiguos en que son aconsejables para las enfermedades nerviosas. Lo son también en las afecciones dermatológicas que parecen ser una de las indicaciones por las que hoy día son más frecuentadas y lo mismo sucedía, sin duda, la influencia del azufre en la nutrición del sistema nervioso, puesto que recomienda a los paralíticos los baños en agua sulfurosa.
De lo que no cabe duda es que las aguas minero-medicinales se conocen desde tiempo inmemorial, pues su olor, sabor y temperatura, tan diferentes a las del agua común, hicieron que el hombre se fijara en ellas de una forma especial, sobre todo durante el Imperio Romano, que hizo del agua fundamento de su tipo de vida y cultura con la construcción de numerosas termas, baños y fuentes.
En esa época, a pesar de la falta de unos conocimientos químicos como de los que se puedan disponer en la actualidad, aprendieron a distinguir las diferencias existentes entre las distintas aguas minero-medicinales y a dividirlas según contuvieran azufre, nitro, sal, hierro, etc., es decir, que su clasificación reposará sobre la mineralización principal de las aguas. Y fue la observación la que les llevó a emplear unas u otras en las diferentes enfermedades, aplicando las aguas según el carácter de la enfermedad.
Entre éstas, las aguas sulfurosas no ofrecían problemas de identificación y además se mantienen hoy día dentro de las clasificaciones de las aguas minerales. Parecen coincidir todos los autores antiguos en que son aconsejables para las enfermedades nerviosas. Lo son también en las afecciones dermatológicas que parecen ser una de las indicaciones por las que hoy día son más frecuentadas y lo mismo sucedía, sin duda, la influencia del azufre en la nutrición del sistema nervioso, puesto que recomienda a los paralíticos los baños en agua sulfurosa.
Fuente del Cura. A la derecha discurre el arroyo del Campillo, cilleros |
Los baños de agua sulfurosa eran los más frecuentados por los romanos en la península Ibérica. Como vestigio de fuente mineral de aquella época en la población de Cilleros persiste la llamada Fuente del Cura. Se trata de un manantial de agua sulfurosa en el que se construyó una pila de granito de forma cuadrada, de aproximadamente 1 metro de lado, y una profundidad de algo más de 1 metro, suficiente para cubrir el cuerpo de una persona adulta a excepción de la cabeza. El agua sobrante se evacua por un pequeño orificio el lateral sur y a la altura de la superficie. Históricamente, en Cilleros siempre se ha considerado la Fuente del Cura de origen romano. Se ubica en el margen izquierdo del arrollo del Campillo. A escasos metros pero en el margen derecho del mismo arroyo se encuentra un estrecho y profundo pozo de agua conocido con el nombre de "El pozo romano".
La Fuente del Cura y sus aguas sulfurosas han debido ser usadas medicinalmente desde la antiguedad. La cultura popular se ha encargado de transmitir su beneficios entre las diferentes civilizaciones y generaciones que han habitado estas tierras, porque a día de hoy, todavía hay algunos cilleranos que hacen uso y sacan beneficio de la misma.
Fuente del Cura, Cilleros |
Fuente: El agua y sus oficios a través de la historia de España - Rafael Mantecón Pascual.
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