En 1898 el descalabro final. Por obra y desgracia de los Estados Unidos de América, España perdía los últimos restos de un imperio donde en tiempos nunca se ponía el sol. En esos momentos finales, en los estertores del imperio, a un paisano nuestro le cupo un papel destacado, aunque bien a su pesar.


Don Darío Bacas Montero había nacido en 1845 en el secarral que entonces era Cilleros, aunque sus ancestros eran originarios de Villamiel, localidades ambas que le recuerdan dando su nombre a sendas calles. No sabemos la causa, acaso porque la patrona del Cilleros sea una virgen marinera: Nuestra Señora de Navelonga, pero el hecho cierto es que un hombre de secano estudió ingeniería naval y llegó a ser un brillante ingeniero de la Armada. Fue autor de numerosos inventos -como el goniobarómetro, fundamento de un nuevo tipo de báscula, revolucionaria para la época- y de numerosas publicaciones científicas relacionadas tanto con el diseño de los barcos como con las matemáticas: Teoría de fracciones continuas como aplicación al cálculo de los números aproximados; Teoría del goniobarímetro; Dirección nueva que debe darse a los estudios de estabilidad dinámica de los buques; Exposición nueva de la teoría de los determinantes, son algunas de sus publicaciones.

Sin merma de su carácter militar era esencialmente un científico y como tal había ocupado diversos cargos tanto en el Ministerio de Marina como en la Escuela de Ingenieros de la Armada. Cuando llegó al máximo grado profesional que le era posible alcanzar -Inspector de Ingenieros de la Armada- el destino le llevó a Filipinas. Seguía la ruta que otros serranos ilustres, tales como fray Francisco de Gata, uno de los primeros misioneros llegados a las islas, y don Juan-Crisóstomo Gómez, el que fuera gobernador de Manila y de Mindoro.

En el año aciago de 1898 don Darío era el comandante del Cuerpo de Ingenieros del arsenal de Cavite. Sabemos que el día 30 de abril llegaba a la bahía de Manila el almirante norteamericano Dewey quien al día siguiente en cuatro o cinco horas destruyó totalmente la escuadra española del almirante Montojo. Todo intento de resistencia ante el poderío yanqui resultaba inútil. Cuando los norteamericanos se presentaron (2 de mayo) ante el puerto de Cavite e intimidaron a los españoles para que se rindieran, don Darío comprendió que había llegado uno de los momentos mas amargos de su vida. Tuvo que firmar la entrega de las instalaciones a él encomendadas. Al día siguiente, 3 de mayo, festividad de la Santa Cruz, tan celebrada en nuestra comarca, se rendía también la ciudad de Cavite. Uno de Sierra de Gata había sido de los primeros en navegar lleno de ilusión, hasta el más remoto Ultramar. Otro, fue uno de los últimos en regresar, pero venía cargado de amargura. En 1900 don Darío fue nombrado Director de la recién creada Escuela Especial de Ingenieros Industriales de Bilbao, y al año siguiente viendo que le era imposible simultanear su empleo en la Armada y en la Escuela de Ingenieros pidió el pase a la reserva.

Tuvo un gran amor por la comarca y lucho denodadamente por ella. A él, a sus desvelos, se debe el camino vecinal de su Cilleros natal a Moraleja. Uno de sus grandes proyectos fue el ferrocarril de Río Tajo a Ciudad Rodrigo. Fue incluso Director-Gerente de la correspondiente sociedad que estudió el proyecto. Desgraciadamente esto último no fue más que un sueño.

Retirado de todo tipo de actividad militar y docente regresó a su pueblo donde rodeado del cariño y respeto general, dada su afabilidad y exquisita cortesía, falleció el 19 de enero de 1913. Poco después de morir se publicaba la única obra impresa que se conserva de él en la Biblioteca Nacional: “Hacia la redención económica y social”, que dentro de las corrientes regeneracionistas proponía soluciones para paliar la mala situación de nuestro país.




Fuente: Domingo Domené - Historia de los hombres y pueblos de Sierra de Gata. Sierra de Gata Onírica; www.alami.com