Cayo Plinio Cecilio Segundo, conocido como Plinio el Viejo, nació en el año 23 en la ciudad de Como, en el norte de Italia y murió el 25 de agosto del año 79, en Estabia ciudad del Imperio Romano. Formaba parte del orden ecuestre, los caballeros. Desde muy joven fue enviado por su padre a la capital del Imperio, Roma, a formarse y a iniciar una carrera en la que, como era habitual, se desempeñaban funciones militares y civiles: el cursus honorum. Entonces ya sentía gran interés por la literatura y la historia, por los fenómenos naturales, las curiosidades y datos sobre el mundo dominado por Roma.

Fue una de las personas más próximas al emperador Vespasiano. Como militar o como alto funcionario imperial ejerció cargos en Germania, la Galia, África e Hispania, donde aprendió y escribió muchos datos sobre las costumbres de los habitantes de las provincias, la geografía, el entorno natural y los recursos y sobre la organización romana de todos esos territorios.

Todo ese saber quedó reunido en una obra enciclopédica, que es para nosotros una recopilación valiosísima del conocimiento del que se disponía en el siglo I d. C. y de la visión del propio Plinio sobre multitud de temas. Es la Naturalis Historia, obra por la que sin duda será siempre recordado. Plinio el Viejo siempre destacó por su insaciable curiosidad y su afán por conservar y transmitir sus abundantes conocimientos.

Durante la famosa erupción del Vesubio que destruyó las ciudades de Pompeya y Herculano. Su barco se acercaba a la costa y hasta él llegaron gases tóxicos y cenizas que causaron su muerte.


Plinio nos legó una magnífica imagen geográfica y etnográfica de Hispania y la Lusitania en los libros III y IV de su obra Naturalis Historia, en el marco de su descripción del orbis terrarum y del conocimiento geográfico de la época.

En primer lugar, pues, Europa, nodriza del pueblo vencedor de todas las naciones y con mucho la más hermosa de las tierras. Muchos han hecho de ella merecidamente no un tercio del mundo, sino la mitad, con el orbe dividido en dos partes desde el río Don hasta el estrecho de Gades.

El Océano, al verter las aguas atlánticas a través del espacio que hemos descrito, sumergiendo con sus ávidas corrientes unas tierras que causaban espanto al viajero, lame las que le cierran el paso, dibujando una quebrada y retorcida línea costera. Sobre todo a Europa, la recorta con numerosos entrantes, pero en particular los cuatro principales golfos, el primero de los cuales traza una inmensa curva desde el monte Calpe, extremidad de Hispania -como se ha dicho-, a Locros, para terminar en el cabo Brutio.

Dentro de este espacio, la primera tierra en la Hispania llamada Ulterior, y también Bética, y a continuación desde los confines de Murgi a las cimas del Pirineo, la Citerior, también llamada Tarraconense. La Ulterior se divide en dos provincias en el sentido de la longitud, ya que por el costado septentrional de la Bética se extiende la Lusitania, separada de ella por el río Guadiana. Éste, que nace en el territorio Laminitano de la Hispania Citerior, y que tan pronto se desborda en lagunas como se estrecha en desfiladeros o se esconde del todo bajo tierra y renace gozoso varias veces, desemboca en el Océano Atlántico.

La Tarraconense, por su parte, pegada al Pirineo y discurriendo a lo largo de toda su vertiente, se extiende transversalmente desde el mar Ibérico hasta el golfo Gálico, y está separada de la Bética y de la Lusitania por el monte Solorio y las cadenas Oretana y Carpetana y la de los Ástures.

Lusitania

A partir del Duero comienza Lusitania: allí habitan los túrdulos antiguos, los pesuros, está el río Vagia, la población de Talábriga, la población y el río Eminio, las poblaciones de Conímbriga, Colipón y Eburobricio. Penetra después en el mar un cabo con una larga lengua de tierra, al que unos llaman Ártabro, otros Magno y otros muchos cabo Olisiponense, por la población del mismo nombre; este cabo separa tierras, mares y cielo, en él concluye el lado de Hispania y dando la vuelta comienza el frente.

Por esta parte está el septentrión y el océano Gálico, por aquella el ocaso y el océano Atlántico. Algunos han sostenido que el saliente del cabo mide sesenta mil pasos, otros que noventa mil, no pocos han afirmado que de allí al Pirineo hay un millón doscientos cincuenta mil pasos y además que allí se encuentra el pueblo de los ártabros que nunca exixtió, con un error manifiesto, pues han situado en este lugar, debido a un cambio de letras, a los arrotrebas que ya hemos citado antes del cabo Céltico.

También se han cometido errores incluso respecto a los ríos más famosos. A dosciento mil pasos del Miño, del que ya hemos hablado, se encuentra, según Varrón el Eminio, que algunos suponen en otro lugar y lo llaman Limia, denominado por los antigos “del Olvido” y origen de muchas fábulas. A doscientos mil pasos del Duero está el Tajo, y entre ellos el Munda. El Tajo es célebre por sus arenas auríferas. A ciento sesenta mil pasos de él está el cabo Sacro que sobresale casi en la mitad frontal de Hispania. Varrón afirma que de allí al centro del Pirineo hay un millón cuatrocientos mil pasos y hasta el Anas, que separa Lusitania de la Bética, ciento veintiséis mil; la distancia desde Gades es de ciento dos mil más.

Sus pueblos son los celtas túrdulos y, junto al Tajo los vetones; desde el Anas al cabo Sacro están los lusitanos. Las poblaciones más famosas en la costa, a partir del Tajo, son Olisipón, famosa porque sus yeguas conciben con el viento favonio, Salacia denominada Ciudad Imperial y Meróbriga; el cabo Sacro y otro llamado Cúneo; las poblaciones de Osónoba, Balsa y Mírtilis.

La provincia en su conjunto está dividida en tres conventos: el emeritense, el pacense y el escalabitano, con cuarenta y cinco pueblos en total, entre los que hay cinco colonias, un municipio de ciudadanos romanos, tres de derecho latino antiguo y treinta y seis tributarios. Las colonias son Emérita Augusta, situada junto al río Anas, la Metelinense, la Pacense y la Norbense, con el sobrenombre de Cesarina, a la que están anexionados Castro Servilio y Castro Cecilio; la quinta es Escálabis, que se llama Presidio Julio. El municipio de ciudadanos romanos es Olisipón, llamado Felicidad Julia. Las poblaciones de derecho latino antiguo son Ébora, que también se llama Liberalidad Julia, Mírtilis y Salacia, de las que ya hemos hablado.

Entre los tributarios que no importa mencionar, aparte de los citados entre los nombres correspondientes a la Bética, están los augustobrigenses, los eminienses, los aranditanos , los arabricenses, los balsenses, los cesarobrigenses, los caperenses, los caurienses, los colarnos, los cibilitanos, los concordienses, los elbocoros, los interamnienses lancienses, los mirobrigenses, llamados celtas, los medubrigenses, llamados plumbarios, los ocelenses y los túrdulos, llamados bardilos y taporos.

Agripa afirma que Lusitania junto con Asturias y Galicia mide quinientos cuarenta mil pasos de longitud y quinientos treinta y seis mil de anchura, en tanto que todas las Hispanias, por el mar, desde las dos estribaciones del Pirineo se estiman por el contorno de toda su costa en dos millones novecientos veinticuatro mil pasos, aunque otros lo estiman en dos millones seiscientos mil.