Resulta inexcusable plantearse la cronología de las tumbas excavadas en roca; pero es entonces cuando se revelan los problemas que arrastra todo análisis de las mismas, ante la carencia de datos absolutos. A mediados de los años sesenta, se databan estas tumbas en los siglos altomedievales, en dos fases diferenciadas: una, comenzada quizá en el VII y proseguida en los siglos VIII y IX, caracterizada por las formas no-antropomorfas, especialmente ovales y de bañera, y otra propiamente de los siglos IX y X, marcada por el antropomorfismo de las tumbas. Se consideraba que estas tumbas eran el reflejo de los mozárabes que habían repoblado las tierras VIII por sus habitantes.

Sin embargo, la investigación de las últimas décadas ha puesto en duda, cuando no ha soslayado, la explicación despoblacionista. Además la secuencia cronológica de tumbas no antropomorfas a antropomorfas se sustenta exclusivamente en criterios formales, que son de difícil aplicación cuando conviven formas muy diferentes en un mismo yacimiento. Algunos investigadores han tratado de ofrecer perspectivas diferentes, matizando la oposición entre fases definidas por la ausencia o no de antropomorfismo, aunque preservando la secuenciación formalista, y subrayando el origen de estas inhumaciones en el siglo VII.

Algunos datos procedentes de excavaciones en diversas zonas de la Península Ibérica atestiguan la presencia de este modelo de inhumación totalmente desarrollado en época visigoda, bien porque estas tumbas fueron obliteradas por espacios hidráulicos de época islámica, bien por su diferenciación con respecto a otras fases de enterramiento musulmán, o bien por los restos asociados a estas. Por otro lado, se han podido realizar dataciones absolutas de algunos restos óseos a través de C14, que arrojan una cronología del siglo VII para espacios muy diferentes. En cuanto al fin de los enterramientos en roca, el hecho de que mayoritariamente estas necrópolis estén fuera de los centros de hábitat aldeanos fijados en la Plena Edad Media permite asegurar que su uso finalizó hacia los siglos XI-XII. En este final jugó un importante papel la configuración de la parroquia como eje centralizador de la actividad funeraria. En el caso del centro peninsular, la consolidación de la estructura parroquial debe relacionarse con la integración de tales espacios en los reinos castellano, leonés y portugués, que inmediatamente implementaron mecanismos para fijar una geografía eclesiástica durante el siglo XII y principios del XIII.

Tumbas 01 y 02 de la Necrópolis del Pajarino, Cilleros

Los datos que poseemos para Cilleros corroboran esa visión. Por un lado, se detecta la convivencia entre formas antropomorfas y no antropomorfas en un mismo yacimiento (necrópolis de Navelonga), sin que pueda hablarse de secuencias cronológicas diferenciadas. Otro dato relevante es la frecuente vecindad de las tumbas excavadas en roca (necrópolis de Navelonga) con vestigios de época romana, generalmente cerámica de construcción (tégulas) y común. En estos casos, las sepulturas se encuentran en zonas periféricas con respecto a las áreas de dispersión de tales hallazgos. De todos estos datos, podría inferirse una conexión entre espacios de uso en época romana y algunos de los yacimientos con tumbas excavadas en la roca. Dado el emplazamiento marginal de las tumbas, podría ser el resultado de un proceso de transformación de los núcleos de hábitat romanos. Sin embargo, no cabe descartar que determinados elementos considerados de época romana, como las tégulas, extendiesen su periodo de uso a los siglos altomedievales, por lo que los asentamientos relacionados con las inhumaciones serían posteriores a lo que se ha supuesto.

La localización fuera de los núcleos aldeanos parece estar señalando la desfuncionalización de estas necrópolis para el siglo XIII. No se conoce ningún caso de tumba excavada en roca que se encuentre dentro de la población actual, todas se emplazan fuera del poblado. Todo ello induce a plantear como hipótesis que este modelo de inhumación no llegó al siglo XIII en Cilleros y puede aceptarse grosso modo una datación de estas tumbas, mediante inferencias y datos indirectos, que iría desde el siglo VII (e incluso antes) hasta el XII. Resulta, sin embargo, imposible aún definir con claridad fases internas que a buen seguro debieron existir, lo que impide afinar más la cronología.

Tumba 03 (inacabada) de la Necrópolis del Pajarino, Cilleros

Tumba 04 (inacabada) de la Necrópolis del Pajarino, Cilleros


Fuente: Iñaki Martín Viso - Tumbas y sociedades locales en el centro de la península en la alta edad media