El 1 de diciembre de 1640 se produjo una sublevación en Portugal y en ella se proclamó como rey al duque de Braganza, que recibió el titulo de Juan IV. La sublevación portuguesa triunfó sin especial oposición, porque en aquel reino no había más que un puñado de soldados castellanos. Las hostilidades entre portugueses y españoles se prolongaron hasta 1668, pero apenas pasaban de ser simples escaramuzas y algaradas fronterizas debido a que en uno y otro bando apenas había tropas regulares. La mayoría de las acciones eran promovidas por pequeños destacamentos, que con “rápidas entradas sobre la tierra enemiga, sólo se ocupan de devastar las propiedades, de arrancar las cosechas y de saquear todo cuanto encuentran a su paso”.
En ausencia de un fuerte ejército que protegiera la línea de la frontera, cualquier población cercana a la misma se convirtió en fortaleza con su pequeña guarnición, así, además de soportar las incursiones del “portugués”, tuvieron que sufrir las exigencias de sus propias tropas. Estos casi treinta años de conflictividad trajeron a las poblaciones fronterizas despoblamiento y ruina. Empujado por las quejas de los diversos pueblos y ante tan dura realidad, en 1661 el gobierno decretó que todas las poblaciones situadas dentro de cinco leguas de la frontera portuguesa quedaban exentas de todo impuesto mientras durase la guerra. Este privilegio, sin embargo, duró solo unos años.
En el año 1652, D. Alonso Cano de León remitió una carta al duque de Alba con detalles acerca del estado calamitoso que atravesaban las tropas asentadas en la frontera lusoextremeña. De una forma muy plástica describe la situación:
Las compañías del partido de Alcántara se componen de quinientos, ninguno voluntarios y casi todos pobres labradores, oficiales casados y con hijos… que necesitan ser sustentados. Las compañías hace tanto tiempo que sirven… están muy diseminadas y de corto número, unos se han muerto, otros matados por el rebelde, y otros se han ausentado dejando el servicio de su Majestad, con sus familias, la tierra adentro, adonde no ha sido posible el poder volverlos a adquirir… Cuando se oye que va a haber reclutamiento se ausentan y hay que sacar a otros en su lugar.
El capitán Alonso Cano proponía las siguientes medidas:
- Que no se recluten a los mayores, ni los casados con hijos, sino mozos y suficientes para el ejercicio militar.
- Que se trabaje por tercias partes, cada cuatro meses seguidos, y libres de tributos y cargas concejiles.
- Socorrer con media paga a los oficiales y a sus primeras planas y ayudando con pan a todos.
Corría el año 1666, el Marqués de Caracena era el capitán general del Ejército de Extremadura, y es encomendado por el duque de Alba a estudiar las poblaciones fronterizas con Portugal. Por esa fecha, D. Antonio Benavides, coronel e ingeniero ordinario, envía un informe donde se recogen un conjunto de datos geográficos y estratégicos con vistas a que, según las condiciones de cada lugar, se pueda decidir sobre el establecimiento de las tropas. De la Villa de Cilleros indica que tiene 500 vecinos, es importante por su cercanía respecto de la frontera, pero no se especifica el número de soldados a establecer. La descripción del reconocimiento realizado por D. Antonio Benavides indica lo siguiente:
Villa de Cilleros: Está situada a la parte de poniente de la sierra del Espíritu Santo, la que es como un ramal o raíz de la de Gata, en terreno montuoso y quebrado, dista dos leguas del río Eljas, que es la división con Portugal, dos de Valverde, dos de la Moraleja, y cinco de la Zarza. Tiene hacia Portugal 4 caminos carretiles y dos veredas, el más conocido es el llamado de la cabeza del Mocho, el segundo se dirige por la vega de la Minguillana, el tercero, camino Real de Peña García. Los tres pasan el río por los vados de sus mismos nombres, y el cuarto va por el vado de Peña Macol, aunque más distante, éste tiene que pasar a la legua un arroyo que en tiempos de agua suele dificultar y aun impedir el paso. De las dos veredas de herradura la una va por medio de los dos primeros caminos, y se dirige a la Fuente Fría, y la otra a Peña Macol, llamada de los Rascaderos. Para Castilla hay dos de carros por los puertos de Perales y Villamiel, y tres para Extremadura, que son el de la Zarza, el de la Moraleja y el de Valverde. Es población de 500 vecinos, sana, escasa de aguas, pero utilizan las de los pozos, y para los ganados la de una laguna o abrevadero, que dicen no ser perjudicial a la salud. Es escaso en granos, las carnes y los vinos suficientes, y muy abundantes de aceite, hay 9 molinos, dos hornos y pueden fácilmente habilitarse otros dos, se le regulan 100 carros y 120 caballerías mayores.
No hay casa que pueda llamarse grande y capaz para cuartel, hospital u otros fines del servicio, pero hay además de la Iglesia hay siete Ermitas, que pueden emplearse con mucha utilidad. Los muchos caminos que dirigen hacia Portugal, su inmediación y la gran distancia de la Zarza, parece que son consideraciones o para ocupar este punto o ocuparle con suficiente fuerza, sostenida la caballería que podrá colocarse en los pueblos de la espalda, como son la Moraleja, Casas de Don Gómez y Casillas de Coria. Debiendo notarse que desentendiéndose de Cilleros, y ocupando los pueblos insinuados se alarga la línea formando una curva pero se aproximan los puntos.
Desde la Edad Media, la zona fronteriza situada en el área noroccidental de la actual Extremadura venía siendo controlada por la Orden Militar de Alcántara, por eso en esta demarcación inmediata a Portugal todavía persistía en tiempos modernos un buen número de castillos medievales, construidos en su mayor parte por los caballeros de la Orden de Alcántara, en algunos casos utilizando o ampliando los primitivos emplazamientos musulmanes. Asimismo se levantaban otras fortalezas pertenecientes a distintas instituciones o al poder señorial.
La finalidad castrense de estas construcciones se recupera en la zona fronteriza del Partido de Alcántara durante la segunda mitad del siglo XVII y a lo largo del XVIII, en este caso para hacer frente a los conflictos políticos y militares entre España y Portugal, haciéndose necesario la construcción de nuevos recintos abaluartados, como los de Alcántara, Valencia de Alcántara, Moraleja y Cilleros, de los cuales, son los tres primeros los que tuvieron mayor relevancia.
En la zona más al norte de la frontera, además de fortificar la localidad de Moraleja, obviamente, también se procuró la defensa de otras poblaciones cercanas a la frontera, como Cilleros, Zarza la Mayor y Valverde del Fresno, incluso otras situadas más en el interior, tal es el caso de la ciudad de Coria o Brozas. Algunos de estos lugares aparecen citados en la carta del Marqués de Caracena, de 3 de octubre de 1669, hablando de la necesidad de fortificación de ciertos lugares fronterizos: La Zarza, Valverde, Cilleros y Moraleja, entre otros, y asimismo se citan los castillos de Eljas y Trevejo, apreciándose así la vigencia que mantienen aún muchas fortalezas medievales.
Todavía, ochenta años más tarde, en 1750, los informes militares siguen valorando la utilización de algunos viejos castillos y todo tipo de construcciones fuertes, incluso iglesias, ejemplificando con los casos de las iglesias de Cilleros y Valverde del Fresno, reforzadas con fuertes recintos,
“sin embargo siempre es conveniente que los Pueblos que tuviesen Castillos o Puestos en que se defiendan los Paisano, como se manifiesta en la iglesia de Valverde, cercada con un cuadrado, la de Cilleros, y otras…”.
En cuanto a la localidad de Cilleros, el Marqués de Caracena indicaba en 1669 que aunque no era posible fortificarlo dada su accidentada topografía, se necesitaba guarnición por ser un enclave destacado en la zona, contribuyendo con ello a la seguridad de la Sierra de Gata. Sin embargo, en el año 1750 ya aparece la Iglesia reforzada con un fuerte recinto, por lo que podemos suponer que el mismo debió erigirse poco después del citado informe del Marqués de Caracena, durante el último tercio del siglo XVII.
Aunque hoy día casi no se conservan restos de la construcción, la existencia del fuerte que envolvía la iglesia de Cilleros se confirma por el hallazgo de un plano sin firma ni fecha en el Archivo General Militar de Madrid, y de una cita documental que, aunque tardía, pues es posterior a 1820, sirve para convencernos de la presencia real del fuerte en su momento, pues en la descripción se utilizó el citado plano, aunque se confiesa el desconocimiento de la fecha de construcción y se subraya que ya estaba abandonado: “Fuerte de la Villa de Cilleros abandonado. No consta el año en que se fortificó este punto, mas por el plano que representa el fuerte se ve que era de figura pentagonal irregular con 5 baluartes conteniendo en su recerco una iglesia de bastante capacidad y un pequeño almacén…”.
El plano, efectivamente muestra un recinto pentagonal irregular, casi de forma rectangular, con sendos baluartes en las esquinas, más la iglesia en el centro y el citado “Pequeño Almacén” a un lado, todo lo cual comentaremos a continuación, aunque hay que decir que se trata de un plano descriptivo de la construcción realizada con anterioridad y no de un proyecto de obra, pues en el figura, hablando en pasado, el trazado de algunas casas que “fueron” derribadas para la construcción del fuerte, así como un mirador que el clero “había” construido pegado a un baluarte y que se consideraba perjudicial al Fuerte.
Algo más tarde, a mediados del siglo XIX, todavía recoge Pascual Madoz en su Diccionario geográfico-estadístico-histórico de España y sus posesiones de Ultramar, la memoria de esta fortificación, aunque ya aparece citada como desaparecida: “Esta Villa tuvo algunas fortificaciones durante las guerras con Portugal en el siglo XVII, pero todas han desaparecido”.
En el plano, carente de fecha y firma, se representa el fuerte más algunas manzanas del caserío y el entorno rústico con los caminos de Alcántara y Portugal. En la explicación se identifican con sus nombres los elementos imprescindibles, partiendo desde la propia población: Parte de la Villa de Silleros (A) y continuando con la fortaleza que se había construido, Fuerte Construido para Su Defensa (B), abriéndose su puerta en una lado del baluarte situado en la parte inferior, Entrada de el Fuerte (G). En el interior del recinto se ubican la Iglesia Mayor (C) y un Pequeño Almacén (F), suponemos que de uso militar y asociado al fuerte.
En el exterior, además de representarse la Hermita de San Joseph (H), también figuran dos elementos muy significativos bajo el punto de vista defensivo, por un lado el Mirador perjudicial al Fuerte (D), y por otro los Antiguos Cimientos de las Casas que para la Construcción y mejor defensa de el Fuerte fueron demolidas (E). Con este último dato se pone de manifiesto que la obre tuvo mayor envergadura de la que aparenta, pues además de las labores de construcción del fuerte propiamente dicho y del pequeño almacén, se llevaron a cabo obras de demolición de las casas existentes junto a dos de los lados del recinto con objeto de despejar la zona para mayor seguridad y defensa del conjunto. Sin embargo, curiosamente, en ese mismo lado, parece que con posteridad a las fechas de construcción militar se levantó el citado mirador, muy pegado a uno de los baluartes, con lo que se reducía la capacidad defensiva de la instalación, contrarrestando las obras de demolición ejecutadas con anterioridad. En el plano se critica doblemente ese hecho, tanto en la indicación como en el título, donde se señala directamente al clero de la villa como autores de la construcción que perjudicaba al fuerte.
En la actualidad, apenas se conserva vestigio alguno de la construcción militar. Se conserva uno de los baluartes, el antiguo almacén utilizado como dependencia del actual cementerio municipal, y se conservaba hasta hace unos pocos años, parte del muro norte del Fuerte, hasta que la remodelación de la plaza del Llano, explanada surgida como consecuencia de los Antiguos Cimientos de las Casas que para la Construcción y mejor defensa de el Fuerte fueron demolidas (E), acabó con lo poco que quedaba de él.
0 Comentarios