Para los asentamientos de época medieval situados junto a tumbas de la época, existe una hipótesis, y es que tales tumbas estuviesen actuando como marcadores de un espacio productivo, perfectamente visible desde ellas. La propiedad quedaba fijada en el espacio mediante una tumba, que representaba a los ancestros de quienes derivaría la propiedad, realizada sobre un material duro (granito o pizarra generalmente) que aseguraba su perdurabilidad a lo largo del tiempo. Estas tumbas debían reutilizarse constantemente, pudiendo enterrarse en ellas a varios individuos, como se comprueba en yacimientos de otras áreas peninsulares. También podrían servir como límites entre las distintas propiedades, reforzados por la presencia de los muertos, e incluso podrían estar mostrando la riqueza de un individuo –el que inicialmente fue allí enterrado– y de su familia. Mediante este recurso, una determinada familia o comunidad reflejaba y aseguraba su control sobre un espacio productivo, que, en el caso cillerano, debía orientarse preferentemente al pasto para la ganadería.

Tumba excavada en la roca (número 1)

En el yacimiento se identifican diversas contrucciones. Hacia el oeste se localiza una tumba excavada en roca (1), de forma semi-antropomorfa, identificada como la Tumba del Campillo. En la parte norte se identifica una estructura circular de gran diámetro (2), unos 9 metros, con las estructuras murarias derruidas y cuyo ancho varia de los 1,5 a los 3 metros. Tiene varios accesos y en el interior se observan ciertas divisiones espaciales. Todo apunta que se trataría de un corral para recoger el ganado. Hacia el sureste se observa los restos de otra estructura circular pero de menor diámetro (3); se trataría de un sajurdón o chozo, construido en piedra seca, con un diámetro interior de 2,5 metros y unos muros de 65 centímetros de potencia. Por último, al sur del yacimiento se encuentra un nuevo recinto (4), de forma más o menos rectangular, que podría haber conformado la estancia habitacional propiamente dicha.


Éste y otros vestigios similares hallados en el término, empujan a considerar a la sociedad cillerana entre los siglos VII a XI como una sociedad rural y campesina, pudiendo definirse como aquélla en la que predomina la pequeña producción agroganadera controlada por las familias libres, sin que haya grandes acumulaciones de tierras en manos de una de ellas.

Muros del corral (número 2)

Sajurdón (número 3)

Recinto habitacional (número 4)