¡Un reloj. Vaya cosa práctica y necesaria! Su utilidad serviría a todas las clases y profesiones: a los labradores le interesaba saber las horas que publique el reloj por medio de una campana de suficiente sonido para el vecindario y sus inmediaciones; igualmente a los artesanos les convendría también para guardar las horas que emplear en sus trabajos; del mismo modo, jornaleros y hacendados sacarían su fruto pues permitiría con el cumplimiento exacto del tiempo dedicado a los deberes diarios una mayor producción y ahorro; y no digamos nada a los enfermos pues podrían guardar mejor por horas el plan de curación y el método que señalasen los facultativos para sacudir mejor y más pronto la enfermedad que padezcan. En fin, todo ventajas y razones de peso.
En Julio de 1927, se realizó el encargo del reloj común de la torre-campanario, costeado por el Ayuntamiento de Cilleros y siendo Alcalde D. Pedro Mateos y Mateos, jefe local de la Unión Patriótica de la villa y casado con doña Pilar Bacas, hija del glorioso don Darío. La compra se realizó al especialista en relojes de torre Daniel Santaolaria Font, en su tienda de la calle Alfonso XIII, 18 de Cáceres.
El lugar destinado para colocar el reloj era la torre-campanario sita en la Plaza Mayor, hoy Plaza de San Blas, entre los tres vanos frontales. El mecanismo utilizaría la pequeña campana situada en la parte superior de la espadaña, justo debajo del frontón triangular, para marcar las horas y parte del mecanismo se situaría en la pequeña caseta existente en lo alto de la torre. A finales del verano el reloj ya estaba instalado.
Desconocemos cuando dejó de funcionar definitivamente el reloj de la torre. A finales del siglo XX se instaló uno nuevo en la fachada del Ayuntamiento; eléctrico y con megafonía, pero la necesidad ya no era la misma y pronto cayó en el olvido.
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