Entrambasaguas es un pueblecito de Cantabria perteneciente a la comarca de la Trasmiera. En la Edad Media los nacidos en dicha comarca, como la mayor parte de los cántabros y vizcaínos, tenían la condición de Hidalgos y en consecuencia no pagaban pechos (impuestos) ni reales ni concejales. Los únicos impuestos que debían satisfacer, al igual que los demás hidalgos, eran las alcabalas y el mantenimiento del rey, impuesto que tras su pomposo nombre oculta lo que no era más que una ayuda para el salario del corregidor correspondiente.
Esos hidalgos norteños solían tener profesiones de lo más común y corriente y cuando la presión demográfica aumentaba, los jóvenes como siempre, tenían que emigrar. Juan Pérez de Obregón, del linaje de Obregón y Agüero, era uno de aquellos hidalgos trasmeranos a quien su mujer dio más hijos de los que podía mantener holgadamente: Juan, Pedro, Rodrigo y otros tres más cuyos nombres desconocemos.
Uno de ellos, Juan, de 25 años de edad, decidió hacia 1450 buscar trabajo en otras tierras. No sabemos cómo, pero fue a parar a Villamiel. Posiblemente la elección no fuera hecha al azar. Por aquí ya habían venido siglos atrás otros trasmeranos, los curitos, y el flujo no debió cesar jamás. Este Juan de Obregón era eso, obregón, cantero, maestro de obras y encontró trabajo en la reconstrucción del castillo de Trevejo que por entonces llevaba a cabo frey Diego Bernal. Y como quiera que no es bueno que el hombre esté solo, el nuevo vecino buscó novia y se casó en Villamiel. La nueva hidalga consorte, quien posiblemente no supiese nunca de su condición, se llamaba Isabel Martín, aunque sus paisanos la conocían mejor por el sobrenombre de la Morena. Y la Morena le dio dos hijos al hidalgo Obregón, que en forma no demasiado imaginativa pero con bastante sentido dinástico, fueron bautizados con los nombres de Juan y Pedro.
Villamiel debía ser entonces un pequeño paraíso fiscal y aquí se pagaban pocos pechos concejales y casi ninguno real, salvo la ocurrencia de Enrique IV de la moneda forera y el pedido. Al excelente cantero e hidalgo Juan de Obregón le iban las cosas bastante bien: había trabajo, había encontrado esposa con cierta facilidad, se pagaban pocos impuestos...así que llamó a sus hermanos Pedro y Rodrigo para que viniesen a trabajar con él. ¿Cuántas piedras del castillo de Trevejo habrán sido talladas por los hermanos Obregón?
Mas no hay bien que cien años dure. Ya sabemos que don Alonso de Monroy, aprovechando las aguas turbias de la guerra civil en la Extremadura del segundo tercio del siglo XV, y por mandato del rey, decidió atacar y apoderarse de Trevejo. Nuestro hidalgo cantero fue llamado para ayudar en la defensa del castillo y estando en ello lo mataron de un flechazo. Así al menos lo contó el pechero de Trevejo, Juan Lavado, tiempo después, asegurando que él tuvo una candela en la mano mientras Juan de Obregón moría. Para ayudar a la esposa en los asuntos de la herencia y habida cuenta de que los hijos del matrimonio eran menores de edad, vino desde Entrambasaguas un amigo del muerto, también hidalgo, Hernán Pérez de Sant Pelayo.
Pasado el tiempo, al llegar a la mayoría de edad los dos hijos de Juan de Obregón y la Morena decidieron contraer matrimonio. El mayor, Juan Pérez de Obregón o Juan de Obregón, que de ambas formas solía llamarse casó en Villamiel, hacia 1480, con Simona Rodríguez; el otro hijo, Pedro de Obregón, casó en Cilleros.
La reina Isabel era la antítesis de su hermanastro Enrique IV, incluso en el aspecto fiscal. Al desorden del uno sucede la reforma fiscal, odiosa como casi todas las reformas fiscales, de la otra. Y quien podía, práctica usual y hasta tal vez natural, evadía los impuestos como su ingenio y la ley mejor le daban a entender. La reina Isabel o el rey Fernando, que para estas y otras cosas, tanto montaba uno como el otro, como ellos decían, decidieron acabar con el paraíso fiscal y empezaron a echar pechos reales a los vecinos. La Hacienda Pública de todas las épocas suele ser muy voraz y en esta ocasión los susodichos pechos fueron echados a Juan y Pedro de Obregón, el primero de Villamiel y el segundo, su hermano, que como hemos dicho, se había ido a vivir a Cilleros. Juan y Pedro, amparándose en su condición de Hidalgo, se negaron a pagar, llegando el concejo a embargarle parte de sus bienes. El desacuerdo llegó a la Chancillería de Valladolid donde el concejo expuso las razones por las cuales no consideraban a Juan y Pedro (Pérez) de Obregón como Hidalgos. En síntesis venían a ser:
Esos hidalgos norteños solían tener profesiones de lo más común y corriente y cuando la presión demográfica aumentaba, los jóvenes como siempre, tenían que emigrar. Juan Pérez de Obregón, del linaje de Obregón y Agüero, era uno de aquellos hidalgos trasmeranos a quien su mujer dio más hijos de los que podía mantener holgadamente: Juan, Pedro, Rodrigo y otros tres más cuyos nombres desconocemos.
Uno de ellos, Juan, de 25 años de edad, decidió hacia 1450 buscar trabajo en otras tierras. No sabemos cómo, pero fue a parar a Villamiel. Posiblemente la elección no fuera hecha al azar. Por aquí ya habían venido siglos atrás otros trasmeranos, los curitos, y el flujo no debió cesar jamás. Este Juan de Obregón era eso, obregón, cantero, maestro de obras y encontró trabajo en la reconstrucción del castillo de Trevejo que por entonces llevaba a cabo frey Diego Bernal. Y como quiera que no es bueno que el hombre esté solo, el nuevo vecino buscó novia y se casó en Villamiel. La nueva hidalga consorte, quien posiblemente no supiese nunca de su condición, se llamaba Isabel Martín, aunque sus paisanos la conocían mejor por el sobrenombre de la Morena. Y la Morena le dio dos hijos al hidalgo Obregón, que en forma no demasiado imaginativa pero con bastante sentido dinástico, fueron bautizados con los nombres de Juan y Pedro.
Villamiel debía ser entonces un pequeño paraíso fiscal y aquí se pagaban pocos pechos concejales y casi ninguno real, salvo la ocurrencia de Enrique IV de la moneda forera y el pedido. Al excelente cantero e hidalgo Juan de Obregón le iban las cosas bastante bien: había trabajo, había encontrado esposa con cierta facilidad, se pagaban pocos impuestos...así que llamó a sus hermanos Pedro y Rodrigo para que viniesen a trabajar con él. ¿Cuántas piedras del castillo de Trevejo habrán sido talladas por los hermanos Obregón?
Mas no hay bien que cien años dure. Ya sabemos que don Alonso de Monroy, aprovechando las aguas turbias de la guerra civil en la Extremadura del segundo tercio del siglo XV, y por mandato del rey, decidió atacar y apoderarse de Trevejo. Nuestro hidalgo cantero fue llamado para ayudar en la defensa del castillo y estando en ello lo mataron de un flechazo. Así al menos lo contó el pechero de Trevejo, Juan Lavado, tiempo después, asegurando que él tuvo una candela en la mano mientras Juan de Obregón moría. Para ayudar a la esposa en los asuntos de la herencia y habida cuenta de que los hijos del matrimonio eran menores de edad, vino desde Entrambasaguas un amigo del muerto, también hidalgo, Hernán Pérez de Sant Pelayo.
Pasado el tiempo, al llegar a la mayoría de edad los dos hijos de Juan de Obregón y la Morena decidieron contraer matrimonio. El mayor, Juan Pérez de Obregón o Juan de Obregón, que de ambas formas solía llamarse casó en Villamiel, hacia 1480, con Simona Rodríguez; el otro hijo, Pedro de Obregón, casó en Cilleros.
La reina Isabel era la antítesis de su hermanastro Enrique IV, incluso en el aspecto fiscal. Al desorden del uno sucede la reforma fiscal, odiosa como casi todas las reformas fiscales, de la otra. Y quien podía, práctica usual y hasta tal vez natural, evadía los impuestos como su ingenio y la ley mejor le daban a entender. La reina Isabel o el rey Fernando, que para estas y otras cosas, tanto montaba uno como el otro, como ellos decían, decidieron acabar con el paraíso fiscal y empezaron a echar pechos reales a los vecinos. La Hacienda Pública de todas las épocas suele ser muy voraz y en esta ocasión los susodichos pechos fueron echados a Juan y Pedro de Obregón, el primero de Villamiel y el segundo, su hermano, que como hemos dicho, se había ido a vivir a Cilleros. Juan y Pedro, amparándose en su condición de Hidalgo, se negaron a pagar, llegando el concejo a embargarle parte de sus bienes. El desacuerdo llegó a la Chancillería de Valladolid donde el concejo expuso las razones por las cuales no consideraban a Juan y Pedro (Pérez) de Obregón como Hidalgos. En síntesis venían a ser:
- No tener los regidores del concejo motivos para creer en la palabra de Juan y Pedro respecto a su hidalguía.
- Ni su padre ni su abuelo eran Hidalgos.
- Y aunque lo hubieran sido por nacimiento habían perdido tal condición por haber pagado pechos y derramas reales y concejales, tanto los demandantes Juan y Pedro de Obregón, como sus antepasados.
- Ídem por haber tenido los antepasados oficio de pecheros.
- Porque nunca fueron los Obregones a las guerras de Castilla, como era obligación de los hijosdalgo.
- Porque Juan (Pérez) de Obregón no era hijo legítimo.
Los Hidalgos se defendieron llevando a la Chancillería una legión de testigos quienes demostraron la falsedad y mala fe de las alegaciones del concejo. Uno de los testimonios que más le favoreció fue el del pechero de Villamiel, Luis García quien dijo que en esta villa casi no se pagaba nada, y él lo sabía muy bien por su condición de contribuyente nato. Luego, si nadie pagaba con anterioridad a los hechos, no iban a ser los Obregones los únicos que pagasen, perdiendo con ello su condición de Hidalgos. Refrendaron su testimonio los también pecheros Martín Frade, del mismo Villamiel, Gonzalo Domínguez y Bartolomé Tristán, ambos de Cilleros. La hidalguía de sus antepasados fue certificada por seis Hidalgos, cinco de Entrambasaguas y uno de Término; y el matrimonio de sus padres, y por lo tanto su condición de hijo legítimo, por el clérigo Garci Martínez, también de esta última localidad cántabra.
El pleito comenzó en 1504 y terminó en 1515, año en el que en nombre de la reina doña Juana se le expidió a Juan y Pedro (Pérez) de Obregón la ansiada carta de hidalguía. Y si cuantioso fue el pleito, once años de litigios, minutas de abogados y procuradores, llevar hasta Valladolid a trece testigos, no fue menor el beneficio obtenido. ¡Ahí era nada: quedar exento de impuestos a perpetuidad, tanto él como sus herederos!
Los Obregones, de quienes se podía decir, como de todos los hidalgos que con un poco de suerte llevaban el pan bajo el brazo (por lo de la exención de impuestos) fueron extendiéndose por la Sierra: Cilleros, San Martín, Valverde,... En alguno de estos pueblos hubo pleitos similares al mencionado, consta uno en San Martín por los mismos motivos y con el mismo resultado: victoria de los Obregones. Ellos, como los demás hidalgos, aprendieron que una de las mejores formas de librarse de las asechanzas fiscales era grabar el escudo familiar en la fachada de sus casas. El escudo resultaba ser una protección, un detente, contra los recaudadores. Ese y no otro es en definitiva el valor de los antiguos escudos nobiliarios que pueden verse, y que tanto los embellecen, en numerosos edificios.
Escudo Nobiliario de la Familia Obregón - Calle de la Iglesia nº 16, Cilleros |
Fuente: Domingo Domené - Historia de los hombres y los pueblos de Sierra de Gata
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