Alfonso VII ante las dificultades para defender y repoblar Ciudad Rodrigo y la comarca de Sierra de Gata por la proximidad de los musulmanes e incluso de los portugueses de quienes siempre podía esperarse un ataque dadas las ansias de expansión de su rey Alfonso I, otorgó al salmantino don Suero Fernández Barrientos y a un grupo de caballeros del mismo origen un pereiro o campo de perales próximo a la ermita de san Julián, junto al río Coa, o ocho leguas al oeste de Ciudad Rodrigo, a cuatro de Sabugal y a una de Castel Rodrigo.

En 1156 por consejo del ermitaño, que se llamaba Pedro Amando, los recién llegados se unieron en hermandad, imitando a los caballeros del Temple y del Hospital. El obispo residencial más próximo en el reino de León, don Ordoño, de Salamanca, les dio como regla religiosa la de san Benito, en su versión cisterciense. Los caballeros transformados en frailes (freyres decían ellos), eligieron como prior a Don Suero, edificaron una torre que les servía de defensa y convento y bautizaron el lugar con nombre tan poco imaginativo como el de San Julián del Pereiro. Haciendo gala de humildad, escasa inventiva y mal diseño, tomaron como escudo de armas un peral silvestre, pardo, sin hojas, y con las raíces descubiertas, sobre campo de oro. Nació pues la más antigua orden militar de España.

Las órdenes militares tomaron gran importancia durante la época de Reconquista, combatiendo a los musulmanes junto a los Reyes, y obteniendo de ellos numerosas propiedades en pago a los favores realizados. En 1182 Fernando II cedió a la Orden del Pereiro los derechos de portazgo del puerto de Perodiçola, paso indispensable para los ganaderos trashumantes y por ello era una buena fuente de ingresos. El puerto cambió de nombre y pasó a llamarse del Pereiro, de donde devino a Perales. En 1202 el rey donó a la Orden del Pereiro la villa y castillo de Santibáñez, nuevo nombre del antes llamado San Juan de Mascoras que Fernando II había cedido en tenencia al Temple bastantes años antes. En 1205 Alfonso IX entregó al Pereiro la aldea de Cadalso, que el rey había adquirido del arzobispo de Compostela.

Conquistada Alcántara el día de San Antón (17 de enero) de 1214, el rey como muestra de agradecimiento a los castellanos por la ayuda recibida, hizo entrega de Alcántara y su territorio a la Orden de Calatrava, pero no quedó muy conforme; porque esta orden era esencialmente castellana y Alfonso IX estaba decidido a “leonizar” su reino en la medida de lo posible. Por este motivo, el Rey presionó a la Orden de Calatrava para que cediese la nueva propiedad a la Orden del Pereiro; esa cesión tuvo lugar el 16 de julio de 1218; el Pereiro se obligaba a obedecer, nominalmente, al maestre de Calatrava. A partir de este momento, la Orden de San Julián del Pereiro, además de modificar el escudo con el peral sin hojas que habían adoptado los fundadores del Pereiro añadiéndole las trabas distintivas de la Orden de Calatrava, el peral quedó en medió del escudo y encima la cruz de Calatrava verde; cambió de nombre para pasar a llamarse Orden de Alcántara.

Alfonso IX fiel a su propósito de fortalecer a las órdenes militares leonesas comenzó a cederle numerosos lugares y a organizar y tratar de repoblar el territorio. El 16 de julio de 1219 el rey Alfonso IX donó a la Orden de Alcántara el lugar de Navasfrías; este mismo año, el Rey cedió a la Orden de Alcántara el castillo de Milana con sus territorios, en los cuales se encontraba el término dependiente de Cilleros, perteneciendo a la Orden de Alcántara desde el año 1219 hasta el 1494, año en que dicha Orden se adscribió a la Corona Española. Posiblemente ese mismo año de 1219 se le donase a la Orden la propiedad de la cercana Moraleja del Peral; en 1221 los Freires Alcantarinos reciben la plaza de Salvaleón, en Valverde Del Fresno; y así con un largo número de poblaciones. A partir de este momento, Sierra de Gata dejó de ser territorio de frontera entre cristianos y musulmanes. Había, pues, que repoblar dicha territorio, sólo haría falta encontrar gente dispuesta a venir a vivir aquí.


Fuentes: Domingo Domené - Historia de Sierra de Gata; Alfonso Naharro - Una historia apócrifa