Durante el imperio romano la mayor parte de la población vivía en el campo, donde cultivaban la tierra y cuidaban el ganado. Los romanos más ricos tenían grandes fincas con campos de cultivo. En estas fincas había una gran casa de campo llamada "villa". Generalmente, si la villa estaba dedicada al recreo se denominaba villa urbana, y si servía para gestionar una explotación agrícola o ganadera se denominaba villa rústica


En el término de Cilleros no hay evidencias de villas urbanas, aunque si de varias villas rústicas, que aunque no solían ser tan lujosas como la villas urbanas, guardaban muchas semejanzas. No obstante, al estar dedicadas fundamentalmente a la explotación agropecuaria, tenían una serie de características o elementos particulares, como son la casa del vilicus o encargado de la explotación, diferentes edificios para el ganado y las herramientas, pajares, graneros, caballerizas, bodegas, almacenes, huertos, etc. Solían contar, además, con un edificio reservado al dueño de la finca para el caso de que quisiera pasar alguna temporada en el campo.

Adicionalmente, en las proximidades de las explotaciones mineras se han encontrado evidencias otro tipo de villas romanas que, posiblemente, sirvieran para alojar a los responsables territoriales de la administración minera o del ejército, de forma que mantuvieran las formas de vida a que estaban acostumbrados. Cabe mencionar dos de ellas, la villa del Regato del Vino, catalogada en la carta arqueológica de Cilleros, y la villa de El Mocho, en la vertiente sur del cerro del que toma nombre, ambas junto a las explotaciones mineras del oro en el río Erjas. La villa del Regato del Vino se encuentra a las orillas de un arroyo estacional; sin estructuras visibles se observan los restos de un asentamiento romano con abundantes tégulas e ímbrices en una extensión de terreno no muy amplia. La villa posiblemente contó con dos partes bien diferenciadas: una parte dedicada a vivienda y otra dedicada a la explotación industrial. Este asentamiento sufrió una excavación clandestina en la década de 1950.

Junto a las construcciones mineras también afloran asentamientos agropecuarios como la villa de la Fuente de la Vieja o la villa de las Moreras de Abajo. La villa de la Fuente de la Vieja se encuentra en la vega del Erjas, confluencia del arroyo de Martín Albarrán y el propio río Erjas. En el asentamiento, de algo más de 1 hectárea de superficie, se observa una gran abundancia de tégulas romanas. El caserío posterior ha estado densamente habitado, con dedicación exclusiva a la agricultura y ganadería, hasta finales del siglo XX. En la villa de las Moreras de Abajo, hasta hace unos años se podían visitar los cimientos de la villa romana, excavada por las gentes del lugar. Hoy desgraciadamente desaparecida por el hartazgo del dueño del terreno que, cansado de tener continuas “visitas” de aficionados a los detectores de metales decidió construir una enorme charca encima destruyendo el conjunto. 

Restos de tégula romana en la villa de la Fuente de la Vieja