El núcleo de municipios situados en la Sierra de Gata pertenecía al partido judicial de Hoyos, teniendo la particularidad de estar ubicados en una de las estribaciones montañosas más abruptas e inaccesibles de la provincia cacereña. Esta situación geográfica unida a sus precarias comunicaciones determinó que esos municipios, a lo largo de su historia, estuviesen en un estado crónico de aislamiento socioeconómico. Con el estallido de la Guerra Civil, estos pueblos se vieron envueltos en una fuerte oleada represiva que se saldó con la vida de diversas personas consideradas contrarias al orden impuesto por los sublevados.

Cilleros, municipio ubicado en los accesos a la Sierra de Gata por su zona más occidental, tras verse ocupado por las fuerzas procedentes de Coria, al mando de Jesús Corbín, vivió unos días de especial agitación debido a la actividad que desplegaron varios vecinos de ideología izquierdista refugiados en montes próximos. De su búsqueda y captura se encargaron fuerzas de Falange al mando de Sabino Pérez, jefe de esta organización en la comarca de Sierra de Gata.

El dos de agosto, las gestiones para localizarlos fructificaron, consiguiendo detener a los siguientes: Juan Cemboraín Osiniri, José Parra Matías, Dionisio Núñez, Antonio Piña Hidalgo, Manuel Estévez Acuña y Julián Cantero Hidalgo. Todos fueron trasladados a la prisión de Coria, excepto Nicásio Álvarez de Sotomayor que, lejos de encarcelarlo, procedieron a fusilarlo.

Sotomayor, como se le conocía popularmente, era médico y se inició en política, paradojas de la vida, en Falange. De buena posición económica, al parecer mantuvo relaciones con José Antonio y desplegó significativa actividad en esta organización hasta 1939, año en que sus planteamientos ideológicos, por diversas razones, dieron un giro sustancial, hasta el punto de hacer campaña por toda la zona de Sierra de Gata a favor de la candidatura socialista. Con el Frente Popular fue nombrado alcalde de Cilleros, ocupando también la presidencia de la Casa del Pueblo. Estuvo al frente del Ayuntamiento hasta abril, mes en que debido a las presiones que venía soportando dado sus antecedentes falangistas (llegó a tener problemas con las fuerzas del orden), se vio obligado a dejar la alcaldía.

Al surgir el Alzamiento, se unió a los que marcharon al monte colaborando con ellos en actividades como la de quemar postes de la línea de alumbrado público en el sitio de la “Huerta de Elías”, corte de líneas telefónicas, etc. Sin embargo, esas operaciones contra los sublevados cesaron pronto, y lo que es peor: de forma trágica para Sotomayor.

El dos de agosto, - informaba el Diario Extremadura -, en uno de los tiroteos sostenidos por los falangista en la Sierra de Gata contra grupos dispersos de comunistas que capitaneaba con otros cabecillas. Nicasio Álvarez de Sotomayor, éste resultó muerto de varios balazos. La victima había pertenecido a la Falange Española a la que traicionó pasándose al comunismo y actuando en la Sierra.

Obviamente, esta información hay que tomarla con las debidas precauciones si no en lo concerniente a su muerte que, efectivamente, se produjo ese día, si en cuanto a la forma, inclinándonos más, y a esa hipótesis corroboran ciertos testimonios recogidos a vecinos de Cilleros, a que fue detenido sin registrarse enfrentamientos, siendo fusilado sin más contemplaciones.

Su muerte fue la primera de las que se registraron en esta localidad por acciones represivas. Otro que corrió igual suerte fue su compañero Francisco Martín Hernández, que ocupó el cargo de vicepresidente de la Casa del Pueblo, siendo, al parecer, otro de los cabecilla dentro del grupo de huidos. Cuando detuvieron a éstos, Francisco consiguió escapar, aunque se entregó poco después, concretamente el siete de agosto, a las fuerzas del orden. Junto con el resto de detenidos ingresó en la prisión de Coria, pero él como su paisano, Juan Cemboraín Osiniri, carabinero jubilado, tuvieron diferente destino al resto.

Los dos fueron conducidos al puente sobre el Tajo en la carretera Cáceres-Plasencia, donde tras fusilarlos los tiraron al agua. Se daba la paradoja de que ambos constaban en la relación de ingresados, el 13 de septiembre, en la prisión Provincial procedentes de la cárcel de Coria, pero de sus expedientes, a diferencia del de los demás acompañantes, no se ha encontrado referencia alguna en el archivo de ese centro penitenciario. Tampoco pasaron consejo de guerra con éstos. Por tanto, es muy posible que no llegaran a ingresar en la prisión Provincial, y en el mismo trayecto desde Coria, si es que no lo habían hecho antes, se procediese a su ejecución.

Isidoro Carrasco Iglesias, un jornalero con 21 años, fue otro de los vecinos de Cilleros víctima de la represión. El 26 de julio era detenido en Acebo por la Guardia Civil de Perales del Puerto por considerarlo “peligrosísimo y enlace de otros que se hallan huidos”. Permaneció encarcelado en Coria durante cierto tiempo hasta que lo sacaron de ese centro, dándole muerte entre las localidades de Perales del Puerto y Hoyos.

Igual camino siguieron otros tres súbditos portugueses residentes en esta localidad, cuyas muertes, al igual que la del anterior, no se inscribieron en el Registro Civil. Sólo hemos podido averiguar, mediante el recurso de los testimonios orales, sus nombres: Manuel, José y Antonio, y circunstancias de sus muertes: al primero lo fusilaron dentro del término municipal, en la zona de “La Pica”; al segundo acabaron con él en el mismo casco urbano, en la calle Santo; y al tercero también dentro del término. Todo eso sucedió en agosto de 1936.

Hubo otro grupo de hombres que ante el inminente peligro que se cernía sobre ellos, decidieron huir a Portugal, país cuya frontera estaba a escasos kilómetros de Cilleros. Sin embargo, su intento de ocultarse en esa nación para evitar posibles represalias se saldó de forma trágica. Tres de ellos: Victoriano Marcos Martín, que sustituyó a Sotomayor en la alcaldía durante el Frente Popular; Zacarías Aguilar González, que ocupó la presidencia de la Casa del Pueblo; y un portugués con vecindad en Cilleros se internaron juntos en tierras portuguesas, pero no permanecieron mucho tiempo allí. Pronto se les localizó, siendo entregados a las autoridades españolas. El finan de los tres no pudo ser más trágico: fusilados y tirados al Tajo a su paso por Alcántara.

Esteban Sánchez Hernández y Donato Silguero también se marcharon a Portugal. Al primero de ellos lo trasladaron a la prisión de Ciudad Rodrigo, y en el trayecto lo ejecutaron junto a dos vecinos más de la provincia de Salamanca. En el caso de Donato, al parecer, fue la misma policía portuguesa quién acabó con su vida, tras la Orden cursada por las autoridades españolas contra él y varios más, en los siguientes términos:

Orden de busca y captura de Donato silguero, Feliciano Hidalgo, Benito Jorge Becerra y Francisco Martín Hernández, vecinos de Cilleros; Sergio Rojo y Teodosio Salceda, vecinos de Hoyos. Los primeros son significados marxistas en Cilleros y los segundos son marxistas que estuvieron en Cilleros procedentes de Hoyos, el 22-7-36, causando daños en el tendido de la luz y teléfono. Contra ellos instruyo causa por delitos comprendidos en el artículo 2º del Bando en que se declara el Estado de Guerra, habiendo dictado auto de procesamiento y prisión preventiva junto con otros individuos que han podido ser detenidos y que se encuentran en la prisión de Coria…

Al parecer, una vez detenido lo llevaban hacia la frontera para entregarlo pero no llegó a su destino. Una supuesta escaramuza del preso se consideró intento de fuga, falleciendo como consecuencia de los disparos de los agentes del orden lusos.

A Benito Jorge Becerra, funcionario municipal, lo fusilaron en las tapias del cementerio de Moraleja en el mes de Septiembre. Con su desaparición se acabaron las muertes de este tipo en la localidad, con un balance que en poco más de dos meses superó la docena de fusilados.

Como afirma Hugh Thomas:

Tras el 18 de julio se abatió sobre España una ola de violencia en la que iban a desahogarse las luchas acumuladas durante generaciones (…). Pronto habría no dos Españas, sino dos mil. Las diferencias geográficas constituían un factor básico en la desintegración social del país. Cesó de existir un poder soberano y, en su ausencia, individuos y ciudades actuaron sin freno, como si estuvieran fuera de la sociedad y de la historia. Al cabo de un mes, miles de personas habían perecido arbitrariamente y sin juicio previo (…).



Fuentes: Julián Chaves Palacios - La represión en la provincia de Cáceres durante la Guerra Civil.