Juan Martínez Montañés nació en Alcalá la Real (Jaén), en el año 1568. Fue un escultor a caballo entre el arte del Renacimiento y el Barroco, convirtiéndose en el máximo exponente de la escuela sevillana de imaginería. Es posible que la vocación artística de Martínez Montañés surgiera de su propia familia y en los talleres alcalaínos, ya que era hijo de un bordador del mismo nombre procedente de Zaragoza. Se formó en Granada con Pablo de Rojas hacia el año 1579. En 1582 le encontramos ya en Sevilla, donde sería examinado ante los alcaldes veedores del gremio de escultores y entalladores, estando en los talleres de Jerónimo Hernández y Gaspar Núñez Delgado, siendo a partir de 1588 cuando ya es maestro escultor. A partir de entonces comienza su obra en la capital hispalense, visitando Madrid en 1635 para esculpir el retrato de Felipe IV que formaría parte de la estatua que hoy puede admirarse en la plaza de Oriente. Murió en Sevilla a consecuencia de la peste, siendo sepultado el 18 de junio de 1649 en la parroquia de Santa María Magdalena.

El 28 de agosto del año 1641, el presbítero Francisco Cordero le encargó para la iglesia de Cilleros, una imagen de San Pedro con la finalidad de decorar el interior de la misma. Dicha imagen debería representar al Santo Apóstol con las llaves del paraíso en la mano derecha y con un libro en la mano izquierda icono de sus cartas católicas, acordando un precio a pagar de 200 ducados. Y Juan Martínez cumplió lo tratado. Creó una imagen de líneas barrocas, en madera de cedro, de siete palmos y medio de altura incluida la peana o base, que a día de hoy sigue siendo una de las obras más destacadas de este ilustre imaginero andaluz y uno de los principales tesoros del arte cillerano.

Como gran maestro del Siglo de Oro que fue, influyó profundamente en la imaginería religiosa, gozando en vida de un gran renombre al conocerse en los ambientes artísticos y populares como el "Lisipo andaluz" o el "Dios de la Madera".