En un dintel de una pequeña balconada, situada en la primera planta de una vivienda de la calle Callita Nº 8, en Cilleros, podemos encontrar un curioso relieve de una figura humana y dos bóvidos conocido por los cilleranos como "El Torero". En palabras del profesor Juan Carlos Olivares Pedreño:

El relieve en si mismo es muy interesante, ya que puede generar  numerosos paralelos de rituales con toros. El problema es que es muy difícil adscribirlo a un período concreto, dado que la tradición taurina en extremadura es milenaria. Podría haber paralelos que van desde la cultura celta (el ritual del muérdago suponía el sacrificio de dos toros) a ofrendas a los dioses pre-romanos y romanos, que como a otras deidades orientales, se sacrificaban toros. El sacrificio del toro es central en el mitraísmo. Recuerda también el rito del Toro de San Marcos, que se practicaba en diversos lugares del norte de Extremadura durante la Edad Moderna, como contaba el Padre Feijoo. Por ello es extremadamente difícil caracterizar culturalmente el relieve, porque no hay elementos artísticos o culturales distintivos.

Relieve en C/ Callita Nº 8, Cilleros

En la escena central se aprecia con claridad una figura humana, del que a pesar de la erosión de la piedra, puede apreciarse su masculinidad por la fuerte musculatura así como por la ausencia de rasgo femenino alguno en cabello o atavío. Los brazos están en cruz, y cada mano sostiene el cuerno de un bóvido. Éstos se representan a cuatro patas en el suelo, en actitud de ofrecer cierta resitencia, y están medianamente bien rerpesentados

Como comentaba el profesor J. C. Olivares, la realización de sacrificios de animales como parte de los rituales religiosos era algo común a los diversos pueblos de Europa en la Antigüedad, y por tanto también entre los celtas. El sacrificio de animales supone la sustracción de un importante aporte a la economía y la alimentación de la comunidad, por lo que se realizaría en casos excepcionales vinculados a épocas de crisis, en las que era más necesaria la búsqueda del apoyo divino y de la cohesión social a través del ritual. 

Las menciones en los textos clásicos son escasas: Plinio describe entre los galos el ritual druídico de la recogida del muérdago, en el que se incluía el sacrificio de dos toros blancos; 

No hay que pasar por alto tampoco, este asunto, la admiración de las Galias por el muérdago. Los druidas —así llaman a sus magos— no consideran nada más sagrado que el muérdago y el árbol en que crece, con tal que sea un roble. […] Sin embargo, este muérdago se encuentra muy raras veces y, cuando se ha descubierto, se recoge con gran veneración y, ante todo, en el sexto día de la luna […]. En su lengua llaman al muérdago «el que lo cura todo». Después de haber preparado, según sus ritos, un sacrificio y un banquete bajo un árbol, traen dos toros de color blanco, cuyos cuernos se atan entonces por primera vez. Un sacerdote, engalanado con una vestidura blanca, sube al árbol y con una hoz dorada corta el muérdago, que se recoge en un sayo blanco. Inmediatamente después inmolan las víctimas, suplicando que el dios haga prospero su don para aquellos a quienes lo ha concedido. Creen que el muérdago, tomado en poción, otorga fecundidad a cualquier animal estéril, y que sirve de remedio contra todos los venenos.

Estrabón cita los sacrificios de caballos y prisioneros que los pueblos del norte de la Península Ibérica realizaban en honor de Ares; Horacio y Silio Itálico aluden al sacrificio de caballos entre los cántabros, ritual que incluía el consumo de su sangre; finalmente, sabemos que los lusitanos sellaban sus alianzas inmolando un caballo y un prisionero. Representaciones de sacrificios celtas encontramos principalmente en el Caldero de Gundestrup, donde se muestra el sacrificio de un toro, o en un vaso cerámico procedente de Numancia donde aparece un personaje tocado con un gorro cónico sujetando con su mano derecha una jarra y con la izquierda las patas de un ave encina de un altar, mientras otra personaje sujeta al animal portando una especie de cuchillo curvo. 

Entre los dioses pre-romanos, Reve es uno de los dioses supremos y soberanos de las alturas y los cielos, dios supremo y soberano. Este es un dios que lo conocemos gracias a las inscripciones que nos han llegado de sus devotos. Las inscripciones a Reve se encuentran principalmente en la zona noroeste de la península, pero también abunda en nuestro entorno, contándose hasta 8 inscripciones votivas en la provincia cacereña y su homóloga portuguesa, la Beira Baixa. Reve es un dios soberano del cielo, se han encontrado varias inscripciones que relacionan a Reve con los montes y las alturas, dejando claro su papel de dios celeste. Además, un hecho notable que demuestra el papel celeste de este dios es que un dedicante le sacrifica a este dios un toro semental, siendo este animal un sacrificio propio de dioses solares y guerreros.

Oilam.Tre bopala. / indi.porcom. Labbo. / comaiam.Iccona Loim / inna.oilam.usseam. / Trebarune.indi taurom / ifadem[ / Reve.-Re[

El texto, que podría ser de comienzo de época imperial, contiene una lista sacrificial que menciona a cinco deidades como receptoras de cinco víctimas animales: una oveja para Trebopala y otra para Trebarune, una oveja preñada para Iccona Loiminna, un cerdo para Labbo y, por último, un toro para Reve. Se trata de dioses perfectamente conocidos por la epigrafía latina de Lusitania, especialmente Reve, a quien se dedica la víctima sacrificial más preciada, el toro, lo que subrayaría su máxima jerarquía en el panteón.

También queda atestiguada en varias inscripciones, los sacrificios animales al dios Júpiter en la Lusitania romana. En una lápida hallada en San Vicente de Alcántara se puede leer la siguiente inscripción:

Ioui tauru/m pro salu/te et reditu / Lupi Alboni f(ilii) Cab(?) / [---] / frat(ri?) a(nimo) l(ibens) u(otum) s(oluit).

En la traducción podemos comprobar el sacrificio de un toro, un acto verdaderamente costoso:

"Para Júpiter, un toro, por la salud y el regreso de Lupus hijo de Albonus. Cab (¿) para su hermano (¿) cumplió el voto de buen grado".

Una segunda inscripción, hallada en territorio portugués, reza lo siguiente:

D[e]iu(is)? • IS...(iensibus?) / [I]oui • O(ptimo) • M(aximo) / [T]auros / [P]entu/[s • ] BEBI... d(edicauit)?.

En cuya traducción podemos comprobar como se ofrecen un toros al dios Júpiter:

"D[e]iu(is)? IS...(iensibus?), a Júpiter Óptimo Máximo, unos toros, Plentus BEBI... ¿DEDICÓ)?"

Queda claro el carácter supremo de Reve para el pueblo Lusitano. Y parece poco dudable la oportunidad de llevar a cabo la adecuación de Reve, deidad suprema lusitana, con el Júpiter romano. En las inscripciones halladas se expresan en el mismo horizonte de "romanización" religiosa unos sacrificios animales en honor de determinadas divinidades.

Y por último, un paralelo más alejado aunque no del todo descartable, es la similitud del relieve cillerano con los conocidos relieves del "domador de caballos" en el mundo pre-romano ibérico del levante español, cuya interpretación como representación de una divinidad de los caballos se admite en general. Se situaron en zonas de pastos dedicadas especialmente a la cría caballar; estas dehesas probablemente eran propiedades comunales cuya explotación sería en cierta forma monopolizada por los miembros de las oligarquías dirigentes de las comunidades ibéricas, propietarios de grandes manadas de caballos. Los relieves cumplieron la función de medios de invocación de la protección divina sobre los caballos en su lugar de estancia habitual y, paralelamente, de mojones indicativos que acotaban las dehesas caballares.

Relieve del "domador de caballos" de La Encarnación - Caravaca de la Cruz, Murcia

Por nuestra parte, conocedores de la falta de información, vamos a arriegarnos a adscribir la pieza en época pre-romana.


Fuentes: Juan Carlos Olivares Pedreño; Los relieves del domador de caballos y su significado en el contexto religioso ibérico - Mª Cruz Marín Ceballos y Aurelio Padilla Monge; IOVI TAVRVM... Sacrificios animales a Júpiter en la Lusitania romana - Francisco Marco Simón; Diccionario del mundo celta - V. M. Renero Arribas