Hernando de Soto, nacido en Jerez de los Caballeros (Badajoz), llegó a las Indias en 1514 en la flota de colonización del gobernador de Panamá Pedrarias Dávila. Dos años después fue nombrado capitán de caballería participando en diversas conquistas por Centroamérica. En 1523 estuvo en Nicaragua y Honduras con el capitán Francisco Fernández de Córdoba. Más tarde, y ya por sí solo, exploró la península del Yucatán buscando un estrecho que permitiese el paso del Atlántico al Pacífico y en 1534 se unió a Francisco Pizarro en la conquista del Perú, por la que obtuvo una gran fortuna.

Regresó a España y se casó en 1537 con Inés de Bobadilla, la hija de Dávila, que pertenecía a una de las familias más respetables de Castilla, con influencia en la corte española. De Soto, fascinado por las historias que se contaban de La Florida, vio su ocasión para realizar una conquista famosa como las de Pizarro o Cortés. Gracias a sus contactos y fama, logró entrevistarse en 1538 con el emperador Carlos V, a quien solicitó autorización para una nueva expedición a La Florida, que costearía con sus propios medios y ofreciendo a la Corona la mitad de las ganancias de la empresa. El emperador le nombró Adelantado, Capitán General de todas las tierras descubiertas y Gobernador de Cuba. De Soto vendió gran parte de sus bienes y se equipó para realizar la expedición en aquellas tierras casi inexploradas.

Con la promesa de grandes riquezas, De Soto reunió fácilmente una tropa de hombres dispuestos a ir a América, la mayoría de ellos hidalgos de Extremadura. Entre ellos estaba un joven de Cilleros llamado Hernando Muñoz, hijo de Juan Muñoz y de María González, según consta en los documentos de la Casa de la Contratación del Archivo General de Indias y en las en las Relaciones de la propia expedición.

Hernando de Soto partió el 6 de abril de 1538 de Sanlúcar de Barrameda (Cádiz) con once naves y 950 hombres llegando a Santiago de Cuba a finales del mes de Mayo. Envió una primera expedición exploratoria a Florida comandada por el capitán Añasco para buscar un lugar de desembarco adecuado. Los informes fueron positivos y Hernando de Soto partió de La Habana en dirección a Florida el 18 de mayo de 1539 con 650 hombres y 223 caballos. No tardaron mucho en llegar, apenas una semana, y desembarcaron en la bahía de Tampa o bahía del Espíritu Santo. En poco tiempo se percataron de que aquellas tierras eran malsanas, húmedas con un calor asfixiante y plagadas de serpientes y mosquitos. A lo que hay que sumar la hostilidad de los nativos. Pero esto no asustaba a los expedicionarios que asumían que cuanto más complicada y difícil fuera la conquista mayor sería el premio.

Desembarco de Hernando de Soto en la bahía del Espíritu Santo (Tampa, EE.UU.)

Una vez establecida la cabeza de puente en Florida marcharon hacia el interior pasando el invierno de 1539 cerca de los Apalaches. En marzo continuaron camino hacia el noroeste pensando que encontrarían minas de oro. Recorrieron Georgia y Carolina del Sur, a lo largo de los montes Apalaches, hasta la actual Columbia en Carolina del Sur. Pero no encontraron nada. Continuaron viaje hacia el nordeste cruzando territorios de numerosas tribus norteamericanas como los Altamaha, Ocute, Patofa, Toa, Cherokees, etc.  Descendieron por el actual estado de Alabama hasta llegar en octubre de 1540 al poblado de Tascaluza en donde fueron recibidos por el cacique de mismo nombre y apodo Guerrero Negro. Éste les invitó a visitar el poblado de Mauvila, situado a pocos kilómetros, en donde un ejército de 10.000 guerreros indios les esperaban para terminar con ellos. Hernando de Soto y sus hombres no cayeron en la trampa y se enfrentaron contra los indios a los que tras 9 horas de batalla vencieron y se produjo una gran carnicería. Los españoles perdieron 82 hombres y 45 caballos, así como un centenar de heridos graves. También se produjeron enormes pérdidas en material  y en provisiones.

Tras reponerse durante un mes en el mismo lugar de la batalla partieron en dirección norte. El oro debía de estar por allí. Llegaron a un afluente del río Misisipi y se encontraron que en la otra orilla les estaba esperando otro ejército indio dispuesto a vengar a sus amigos de Mauvila. Se produjo otra nueva batalla con el resultado de 40 españoles muertos y más de 50 caballos perdidos. La situación cada vez era más desastrosa, se estaban convirtiendo en un ejército fantasma, harapiento y famélico. Pudieron descansar durante dos meses en la localidad de Chicaza en donde pasaron el invierno curándose las heridas y tratando de sobrevivir. Cuando el clima se suavizó continuaron camino hacia el norte llegando el 8 de mayo de 1541 al río Misisipi, al cual llamaron Río Grande, y tardaron en cruzarlo 20 días al necesitar construir un barcas y piraguas y también tener que enfrentarse  a más de 6000 indios que intentaban evitar que lo cruzasen.

Cruzaron Río Grande, atravesaron las lagunas de Arkansas y escalaron las colinas de Ozark . El invierno se volvió a echar encima y tuvieron que refugiarse en el poblado de Utiangue, actual Camden o Calion, en Arkansas. Una vez pasado el frío volvieron sobre sus pasos y ya bastante decepcionados por no haber logrado encontrar las riquezas que anhelaban decidieron construir un par de canoas y descender el río hasta el Golfo de México para posteriormente continuar hasta Cuba. Pero la muerte sorprendió a Hernando de Soto al enfermar de fiebre tifoidea durante el mes de mayo de 1542.  Viéndose tan enfermo y con poca esperanza de sobrevivir Soto nombró como sucesor a Luis de Moscoso Alvarado, sobrino del conquistador Pedro de Alvarado. Fue enterrado en una hoya de terreno cerca del río Misisipi, pero sus compañeros, temiendo que los indios pudieran profanar la tumba, lo desenterraron, lo introdujeron en el hueco de un tronco con lastre y lo arrojaron al río.

Entierro de Hernando de Soto en el Misisipi

Los supervivientes al mando del lugarteniente Luis Moscoso intentaron llegar a México por tierra. Ante la imposibilidad de cruzar el río Trinidad, los expedicionarios retrocedieron hasta el Misisipi, donde construyeron unas pequeñas naves para descender por la corriente y salir al mar. Allí, los vientos les empujaron hacia la costa y les impidieron navegar hasta Cuba. Tardaron cerca de 50 días en llegar a Pánuco (México), donde pudieron desembarcar. Los supervivientes, un tercio de los que partieron de Cuba, habían concluido una fabulosa gesta descubriendo un enorme territorio, pero a un elevado coste en vidas humanas. La mayoría de los hombres se quedaron en el Nuevo Mundo, estableciéndose en México, Perú, Cuba y otras colonias españolas. No tenemos constancia del regreso de nuestro paisano, Hernando Muñoz, ni de si fue uno de los 300 supervivientes, pero tampoco las tenemos de lo contrario, por lo que nos agradaría pensar que murió anciano en algún lugar de América.


Fuentes: PARES (Portal de Archivos Españoles), La expedición norteamericana de Hernando de Soto (Revista de Historia), Hernando de Soto: conquista y exploración de Florida, Georgia, Carolina del Sur, Tennessee, Alabama, Mississippi, Arkansas y Texas (Historia del Nuevo Mundo), Hernando de Soto, descubridor de Norteamérica (National Geografic), Gonzalo Silvestre. Un soldado de Extremadura sobreviviente de la Expedición de Hernando de Soto a la Florida (1539-1543) (Coloquios Históricos de Extremadura)