El potencial aurífero en Extremadura es conocido desde la más remota antigüedad. Ya desde el siglo X a. C. tenemos constancia de la explotación de ríos auríferos para la fabricación de joyas destinadas únicamente a los jefes tribales.

En el siglo II a.C el Imperio Romano, con una economía basada en el patrón oro y un numario que incluía monedas como el áureo y el quinario de oro, necesitó ampliar sus recursos mediante explotaciones a gran escala y, como consecuencia, explotar los yacimientos conocidos de los territorios sometidos e investigar la posible existencia de otros nuevos.

Esta actividad requería una ingente cantidad de mano de obra que en parte se aportaba desde Roma con esclavos que preferían afrontar las condiciones de trabajo en las minas a la posibilidad de terminar como galeotes en alguna batalla naval o sirviendo de objeto de diversión en algún tipo de actuación circense. Hay que tener en cuenta que el trabajo en las minas, tanto en exploración como en explotaciones, requería normalmente confianza entre jefes y esclavos, estando incentivados estos tanto en su trabajo diario como por el aliciente de la manumisión al cabo de los años pactados (nunca mayor de tres) si es que aún continuaban vivos.

Las fuentes antiguas aluden con relativa frecuenca a las explotaciones mineras lusitanas, sobre todo en la etapa de la República y primeros tiempos del Imperio. Estrabón, de una forma muy genérica, habla de la existencia de montes metalíferos sobre las orillas del Anas (Guadiana), e igualmente, aunque recogiendo noticias anteriores, sobre los placeres auríferos del Tagus (Tajo) y algunos de sus afluentes como el Alagón, Erjas, Server y Zézere. En la misma línea se encuentra Plínio, autor que se limita a dar noticias referentes a la producción de oro en las distintas provincias y, entre ellas, Lusitania, y donde no olvida una vez más, hacer mención a la riqueza del aurifer Tagus.

Se han encontrado bastantes evidencias de labores de minería romana del oro al norte del Tajo, sobre todo en la zona noroeste de la provincia de Cáceres. Agrupándolas por sectores podemos referenciar:

Labores del área de la Sierra de los Angeles, consistentes en zanjas de explotación para el aprovechamiento de filones de cuarzo auriferos, aunque también se han encontrado algunos pozos y galerías.
Labores del área de Calzadilla de Coria, con la mina del Chivote come referencia principal. Las labores principales consisten en tres zanjones consecutivos de 100 metros de longitud, 1 a 2 metros de anchura y hasta 13 metros de profundidad, practicados sobre un filón subvertical de cuarzo aurífero.
Labores de Coria, con explotaciones en el Sierro de Coria y en el Sierro de Marifranca, donde los fanglomerados auríferos que se originaron a partir de la destrucción de terrazas fuereon objeto de minado por parte de los romanos.
Vieros de Valverde del Fresno, una serie de labores antiguas a cielo abierto, probablemente romanas en su mayoría, localizadas al oeste de la población. Se trata de grandes zanjas paralelas sobre diques de rocas básicas, y de las que se extrajeron los materiales alterados. Estas trincheras llegan a tener hasta 3 kilómetros de longitud, potencias de hasta 12 metros y profundidades muy variables, donde la profundidad máxima reconocida es de 20 metros.
Labores del río Erjas, constituyen el conjunto más numeroso y bien conservado de explotaciones auríferas de la provincia de Cáceres, localizados en los términos de Cilleros al norte, y Zarza La Mayor al sur. Estos trabajos se centraron en los sedimentos de dicho río que sirve de frontera natural entre Portugal y España. Los romanos minaron las terrazas más elevadas del Río Erjas. Únicamente se salvaron los sedimentos correspondientes a las terrazas más bajas por encontrarse totalmente anegadas de agua, haciendo imposible un ataque efectivo mediante los sistemas extractivos empleados. Existen indicios de intentos de explotación de éstos aprovechando el estiaje. Sirva de ejemplo de la ingente labor llevada a cabo por los mineros romanos el hecho que toda la población de Termas de Monfortiño (Portugal) se emplaza en una superficie minada.


Las explotaciones mineras del río Erjas se pueden dividir en 5 sectores: en la parte portuguesa las explotaciones de Termas de Monfortinho; en la parte española, de norte a sur, las correspondientes a la confluencia del arroyo de Martín Albarrán con el río Erjas, el Mioceno entre el arroyo de Martín Albarrán y el regato del Vino, la Dehesa de Benavente y la Vega Torviscosa. 


Las labores consistían básicamente en el arranque de los materiales de las terrazas elevadas del río mediante el trazado de canales dirigidos a los sedimentos, que una vez disgregados corrían pendiente abajo para volverlos a canalizar hasta una boca de embudo situada en el cambio de pendiente, en la que se hacía pasar el lodo por una canaleta de madera con trabas (riffles) denominada ágoga, quedando el oro retenido en una lechada de carbón vegetal y ramas de brezo que tapizaban la base del canal.


Para embalsar el agua practicaban unas balsas o piscinas en las planicies más elevadas de las zonas a extraer, normalmente poco profundas, que eran llenadas mediante canales dispuestos desde puntos de captación de agua, como fuentes, etc., abriendo las compuertas según las necesidades del momento. A fin de que el agua bajara con todo su potencial extractivo, una vez arrancado el material con el concurso del agua había que ir apartando los bolos más gruesos del lecho de los canales e ir amontonándolos en las laderas de menor pendiente, dando lugar a ingentes cantidades de materiales apilados denominados murias. Los lodos eran conducidos hacia canales de lavado, emplazados en puntos de ruptura de pendientes, concentrándose los minerales pesados en canaletas de madera con trabas a las que se les colocaba una base de carbón vegetal. Una vez finalizado el proceso, los lodos estériles eran conducidos fuera del área de trabajo mediante canales de evacuación.

La infraestructura de época romana reconocible se reduce a los acondicionamientos hidráulicos, canales de captación de agua, normalmente observables únicamente en fotografía aérea, piscinas de contención de agua, canales de explotación y evacuación de estériles, y los acopios de bolos estériles, también llamados murias.

Balsa romana

Balsa romana

Traza del canal de lavado flanqueado por murias

Murias

El mantenimiento de estos puestos mineros necesitaba, además, la movilización de destacamentos militares para vigilar a los mineros,  defender las posiciones consideradas estratégicas y proteger el transporte del mineral. Junto a la zona de explotación se encontraba el Castro de Las Moreras, una fortificación de tipo “oppida” de la Edad del Hierro. Debido a su estratégico emplazamiento el propio castro seguramente fue utilizado en época romana como punto de vigilancia de las labores mineras. 

Estas explotaciones originarían un desarrollo del comercio, del artesanado y de los medios de transporte de la zona y una adecuada articulación viaria resultaría clave en la administración de la misma. Se construirían calzadas con otras vías y poblaciones próximas: Egitania o Civitas Igaeditanorum (Idanha-a-Velha, Portugal), Interamnia (Salvaleón) o la propia Caurium (Coria) y surgiría una asentamiento estable. Hasta hace unos años se podían visitar los cimientos de una casa romana excavada por gentes del lugar, hoy desgraciadamente desaparecida por el hartazgo del dueño del terreno que, cansado de tener continuas “visitas” de aficionados a los detectores de metales decidió construir una enorme charca encima destruyendo el conjunto. 


Fuentes: Patrimonio histórico de la minería aurífera romana en Extremadura occidental.