Cualquier acercamiento al estudio de las tumbas excavadas en la roca se enfrenta inmediatamente a los condicionantes de una cronología mal definida. Como punto de partida se define una primera fase, aproximadamente del siglo VII, caracterizada por la presencia de las tumbas de bañera. A ella le seguiría, tras una fase de transición, las denominadas tumbas "olerdolanas" o antropomorfas, que tendrían su periodo de vigencia durante la repoblación por parte de los mozárabes procedentes de al-Andalus en torno a los siglos IX y X. Esta cronología sigue aplicándose en la actualidad, a pesar de basarse en una serie de hipótesis e interpretaciones que hoy en día resultan insostenibles. Esta profunda revisión de los postulados historiográficos influye decisivamente en el alcance de la propuesta, ya que la secuencia tumbas de bañera - tumbas antropomorfas no se basa en criterios estratigráficos, sino en el paso de formas más groseras a otras más elaboradas.
Otros investigadores han planteado propuestas distintas. Algunos consideran que los inicios de las necrópolis de tumbas excavadas en la roca, incluyendo las antropomorfas, deben situarse a finales del siglo VII, aunque serían entre los siglos VIII al X cuando se produjo su momento de máximo uso. Su presencia se vincularía a ciertos cambios sociales, generándose un poblamiento en áreas hasta entonces marginales. Otros dan por buena que la diferenciación entre tumbas antropomorfas y no antropomorfas es correcta, a pesar de las numerosas variantes formales en cada grupo, y acepta que las antropomorfas serían posteriores y surgirían en el siglo IX. Pero considera que la evolución al antropomorfismo no tuvo por qué ser sincrónica en toda la Península Ibérica y opta por una mayor flexibilidad regional, al mismo tiempo que descarta el origen mozárabe y repoblador de estas tumbas.
Resulta de enorme interés comprobar la existencia de yacimientos en los que conviven diferentes tipos de inhumación, como sucede en alguna de las necrópolis cilleranas. En el lugar denominado "Olivar del Pólvora", próximo a la Ermita de Navelonga, en Cilleros, se han encontrado cinco tumbas excavadas en la roca en dos grupos diferenciados, conviviendo tanto formas antropomorfas como no-antropomorfas (de bañera, trapezoidal y rectangular). Todo indica que la variación en las formas no puede resolverse a través de una evolución cronológica, sino que responde a cuestiones estilísticas que escapan al encuadramiento temporal del fenómeno.
Por tanto, debieron existir numerosas variaciones zonales que impiden establecer una cronología fija y exacta que sirva para todas las zonas. A pesar de ello, y tras desestimar la secuenciación a través de la supuesta sucesión de formas, puede hablarse genéricamente de una fecha en torno a los siglos VI-VII, dependiendo de las zonas. Este tipo de necrópolis se extendió en el territorio con la cristianización rural, perpetuándose en el tiempo, sin que se pueda detectar de manera fiable un cambio en el siglo VIII. Su final coincide con el complejo y plural proceso de formación y consolidación del entramado aldeano y parroquial, que habría terminado, dependiendo de las zonas, entre los siglos XI y XII.
Fuentes: Iñaki Martín Viso - Elementos para el analisis de las necropolis de tumbas excavadas en la roca
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