Antiguamente no existían los bancos, por lo que ricos y pobres guardaban en casa el poco o mucho dinero que tuvieran. Tampoco existían los billetes, por lo que las monedas valían lo que representaban, el oro o la plata, y el que las acumulaba tenía un tesoro. Y cuando se lograba reunir uno llegaba el dilema de qué hacer con él… porque había ladrones, atracadores, parientes codiciosos… ¿Dónde guardar el dinero? Los muebles de la casa podrían registrarse, las baldosas levantarse, los cuadros descolgarse… era mucho más seguro buscar un buen escondite en las cercanías de las casas, en esos parajes que tan bien conocían, y hacer depósitos secretos en un corral, en un árbol, en una cueva o en una fuente. Muchos  guardaban sus monedas en pucheros y los enterraban, especialmente en tiempos de guerra (y hay que tener en cuenta que Extremadura, como zona fronteriza, ha sufrido unas cuantas a lo largo de la historia) y después, si la persona moría, los parientes buscaban en vano y el tesoro permanecía oculto a lo largo de los siglos, esperando en silencio que algún afortunado volviese a sacar su oro a la luz del sol, como posiblmente le ocurrió a algunos de los protagonistas de la siguiente historia, que me contó hace un tiempo V.M., natural de Cilleros.

Su padre tenía un terreno en el paraje conocido como la Fuente del Corcho. Algunos años antes, este padre decidió construir un gran pozo en la ubicación de la conocida fuente, a fin de aprovechar el excelente manantial y tener una buena remesa de agua en la finca. Y la Fuente del Corcho y sus cañerías desplazarla unos metros al sur, junto a otro manatial de menor caudal.

Para acometer la obra, contrató los servicios de un albañil cillerano, el "tí Pantaleón", junto con algún obrero, creo recordar de origen portugués. El ambiente entre los trabajadores era extraño, de alguna forma intuían o sabían que al cavar en el lugar donde se encontraba la fuente podía aparecer algún tesoro. De hecho, llegaron a proponerle al propio dueño del terreno que si apareciese algo allí entrerrado, fuese repartido a "medias" entre todos. 

Comienzaron las obras, y al segundo o tercer día, a primera hora de la mañana, el propietario del terreno encontró un extraño agujero cavado en el suelo junto al lugar donde se asentaba originalmente la Fuente del Corcho, y ni ese día, ni los sucesivos, se presentaron los obreros en el terreno para continuar la obra del pozo. Todo apunta a que efectivamente, hallaron algo al cavar, aunque no cumplieron la promesa de repartirlo. A día de hoy aún se desconoce el tesoro que allí se pudo encontrar.

Pozo construido en el emplazamiento original de la Fuente del Corcho


Fuente: relato personal de V.M.