Los expertos relacionan las cabezas cortadas realizadas en piedra con los sacrificios humanos. Apoya esta hipótesis el testimonio de las fuentes antiguas al respecto de los pueblos de la Península Ibérica.
Estrabón contaba de los lusitanos entre otras costumbres, los sacrificios de animales e incluso humanos, además de indicar que:
… cuando regresan de la batalla llevan colgadas de los caballos las cabezas de los enemigos, y al volver cuelgan ese espectáculo ante la entrada de sus casas; el mismo Posidonio, al menos, afirma haberlo visto así en muchos lugares y que, si al principio le extrañaba, después lo soportaba con toda naturalidad por la fuerza de la costumbre. Las cabezas de los más ilustres, conservándolas en aceite de cedro, las mostraban a sus huéspedes, y no consentían que fueran rescatadas ni por su peso en oro y fueron los romanos los que les hicieron abandonar estas prácticas…
De forma muy similar contaba Diodoro estas costumbres entre los galos:
Cuando cae un enemigo, le cortan la cabeza y la atan alrededor del cuello del caballo; o bien, entregando los despojos ensangrentados a sus sirvientes, se dedican a saquear entonando el peán y cantando el himno de la victoria y cuelgan en sus casa lo mejor del botín, como en algunas cacerías se hace con las fieras. Untan, por otra parte con aceite de cedro las cabezas de los enemigos más señalados y las conservan cuidadosamente en una caja para mostrárselas a los huéspedes, orgullosos de que esa cabeza ninguno de sus antepasados, ni su padre, ni el mismo ha consentido en darla por una gran cantidad de dinero. Se dice y también que algunos de ellos se vanaglorian de que no aceptaron por la cabeza su peso en oro, haciendo gala de una más bien magnanimidad, y no porque no sea noble el negarse a traficar con las insignias del valor, sino porque es propio de fieras el combatir al semejante, aún después de muerto.
Las representaciones de cabezas cortadas tiene un área de expansión restringida a la zona "celtizada" de la Península Ibérica. Se conocen algunas en la comarca de Sierra de Gata (Acebo, Villamiel,...), otras cuatro en la propia población de Cilleros, pero éstas son diferentes; estas representaciones de cabezas cortadas en dinteles por aquella época solían formar parte de la estructura arquitectónica de los santuarios.
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