En el confín de los términos de Cilleros y Valverde del Fresno, la Interannia romana, transformada siglos después en Salvaleón, asentada sobre la cúspide de un montículo cuya base bañan y circundan los ríos Eljas y Basadega, que terminan confluyendo a corta distancia, no es aventurado identificar esta ciudad del medievo, surgida pujante en tiempos de la Reconquista (Salva León significa más allá de las tierras de León), con primitivo castro céltico convertido después por los dominadores romanos en solar de los interannienses, única población de la comarca enclavada exactamente entre ríos, que debió ser muy floreciente y próspera porque contribuyó con su estipendio a la erección de la obra más colosal que legaron a Extremadura los emperadores de Roma: el puente romano de Alcántara. Al terminar la reconquista de la Transierra leonesa, a principios del siglo XIII, quedó ya Salvaleón en poder de los cristianos; pero antes de abandonarla los hijos del Profeta derribaron y destruyeron su cerca murada y su núcleo urbano, motivando este hecho la deserción total de sus habitantes y el abandono de la que había sido floreciente municipio romano en un principio, y próspera y bien fortificada medina siglos después, durante la dominación sarracena. Años después, debió seguir la misma suerte que otros castillos y torres de la comarca (Bernardo, Benavente y Ramiro), que fueron derribados y quemados por orden del Emperador porque servían de refugio a los comuneros dispersos después de la derrota de Villalar. 

El poblado, rodeado por una impresionante muralla que conserva en pie hasta 3,10 metros de altura con las dos caras exentas. Las peculiaridades constructivas lo diferencian claramente del resto de los castros prerromanos que conocemos hasta el momento, aunque su emplazamiento sobre la confluencia de dos riveras, el tipo de recinto y algunas de las cerámicas de superficie le asemejen a ellos, manifestaciones de arquitectura defensiva que pudieron ser herederas de las de la Edad de Hierro, aunque estuvieron en uso ya en época romana. El yacimiento consta de dos recintos: uno más pequeño, de 37x80 metros aproximadamente, rodeado por un foso de 5 a 6 metros de ancho, tallado en la roca y adosado a la muralla. Junto a él se construyó un segundo recinto, sin duda de cronología posterior pues su muralla corta y pasa por encima del primer foso para poder unirse a la muralla, sumando entre los dos un perímetro total de 800 metros. Este segundo recinto también se rodeó de un foso de similares características al anterior. Los muros del primer recinto miden unos 2,60 metros de ancho, mientras los del segundo tienen una anchura de 3,10 metros, alcanzando 3,60 metros en un tramo acodado. El material de superficie es poco significativo; a ello hay que sumar la presencia de una pequeña estructura rectangular de pizarra construida en el primer recinto de la que posiblemente provienen los numerosos fragmentos de tejas encontrados.

El recinto pequeño, por su parte más alta y privilegiada situación, debió constituir la fortaleza propiamente dicha y albergar la torre del Homenaje, la residencia de comendadores y alcaides y las fundamentales e indispensables defensas. Un portillo abierto en su lado oeste nos recuerda la existencia de una puerta, que muy bien pudiera ser la principal del fuerte, y apenas se perciben en su interior vestigios de las diversas edificaciones que, sin género de dudas, debieron existir en tiempos pretéritos. 

En el interior de la otra gran cerca se descubren todavía cimientos de bastantes edificios, de calles completas, que dan una idea aproximada de la importancia de Salvaleón, aunque nos inclinamos a suponer que en determinadas épocas el recinto amurallado resultaría insuficiente y muchos habitantes construirían sus viviendas extramuros. Restos de una amplia y bien construida puerta se aprecian en el lado del naciente, y en el muro del lado sur se ven todavía peldaños de dos escaleras labrados a expensas de la propia muralla, que arrancan desde el mismo punto y en sentido divergente debían ascender a lo más alto y facilitar el paso y vigilancia por el adarve circundante.






Fuentes: Revista Hidalguía nº 36; Ana María Martín - Los orígenes de Lusitania: el I milenio a.C. en la Alta Extremadura; Velo y Nieto, - Castillos de Extremadura