A lo largo de los diversos estudios que se han ocupado alguna vez del tema de las tumbas excavadas en rocas, hemos podido apreciar las heterogéneas interpretaciones que en distintos momentos se dieron acerca de la traducción cultural o cronológica del problema; tipificándose en la bibliografía del siglo pasado una asignación “Céltica o Ibérica”, que en el tono lírico-erudito de la época, venía a expresar lo remoto de su génesis, pero sin ninguna premisa que lo fundamentase, recorriendo la escala de la Historia en uno y otro sentido, sin que se acertase a dar una respuesta coherente sobre el origen y usuarios de las tumbas, hasta que en la Meseta comenzaron a excavarse algunas de esta necrópolis.
Estos trabajos, aunque aclararon una parte del confuso panorama, acotando uno de los momentos de su realización, fueron desdichadamente traducidos como solución y respuesta a los interrogantes que planteaban, asignando a la Alta Edad Media el protagonismo casi exclusivo de tan peculiares producciones, siendo a partir de entonces, cuando el término de “Tumbas Olerdolanas” (llamadas Olerdolanas, por haberse encontrado las primeras en una peña de Olérdola, provincia de Tarragona) amparó a cualquier tipo de sepulcro que hubiera sido excavado en roca.
Estos trabajos, aunque aclararon una parte del confuso panorama, acotando uno de los momentos de su realización, fueron desdichadamente traducidos como solución y respuesta a los interrogantes que planteaban, asignando a la Alta Edad Media el protagonismo casi exclusivo de tan peculiares producciones, siendo a partir de entonces, cuando el término de “Tumbas Olerdolanas” (llamadas Olerdolanas, por haberse encontrado las primeras en una peña de Olérdola, provincia de Tarragona) amparó a cualquier tipo de sepulcro que hubiera sido excavado en roca.
Sin embargo, en estudios más recientes, se ha evidenciado un marco cronológico mayor. El primero de los argumentos son los ajuares encontrados en algunas de las tumbas de la provincia de Cáceres. El segundo, a la proximidad de yacimientos anteriores al siglo IX y un tercer argumento basado en el hecho de no haber encontrado junto a las tumbas restos medievales posteriores o contemporáneos a la repoblación, que en Extremadura se inicia de forma definitiva en el siglo XIII.
Hay, pues, una diferencia sustancial con las fechas fijadas anteriormente; sin embargo, es preciso señalar que si bien en el siglo IV estuvo el inicio, posiblemente el desarrollo no tuvo lugar hasta siglos más tarde. La probable perduración y fijación de los modos de vida en la Península Ibérica a lo largo de los siglos V, VI y VII ayudó a asegurar y extender los modelos; solamente las excavaciones podrían ayudarnos a situar exactamente la surgencia de los tipos de modificación de sus elementos, tal y como lo encontraremos posteriormente en las necrópolis Alto-Medievales.
Fuente: Antonio González Cordero - Los Sepulcros excavados en la roca de la provincia de Caceres
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