Las industrias medievales, en lo que se refiere a energía y utilización de materiales, fueron unos complejos de madera y piedra que utilizaron fundamentalmente la fuerza de tiro animal o la potencia hidráulica y eólica que ofrecian los recursos naturales para el movimiento de sus artefactos mecánicos. Los molinos hidráulicos encontraron su aplicación principal en moler granos de cereal o molturar aceitunas, utilizándose el tiro animal cuando la escasez de agua lo requería.

Las máquinas medievales trabajaban gracias a cuatro ingenios de madera diferentes: la rueda hidráulica, el tornillo, la leva y la biela. Los metales provenían lógicamente de las minas, pero no fueron aplicados a la tecnología, sino a la fabricación de armamento y objetos ornamentales. Ninguno de los citados fue un artefacto de origen medieval, pero su empleo, por las noticias que se disponen, se generalizó durante aquel periodo histórico. Fueron instrumentos mecánicos que a día de hoy son reconocidos como sencillos, y hasta evidentes, pero para la sociedad medieval supusieron una verdadera revolución al sustituir la potencia humana por un mecanismo, a veces auxiliado por la fuerza de tiro de un animal (noria de sangre).

Los árabes de la España medieval admiraron los ingenios romanos, que fueron utilizados por aquellos con mejoras tecnológicas. Esto también afectó a las industrias agroalimentarias, donde las almazaras, con prensas de viga y quintal mucho más potentes que sus predecesoras romanas, aumentaron de tamaño y los molinos hidráulicos harineros tuvieron un gran desarrollo tipológico: rueda vertical o aceñas, de cubo, de canal... Por otro lado, el procedimiento de molido y prensado para elaborar aceite de oliva, con molturación por tiro animal o mediante accionamiento hidráulico, fue utilizado a la vez, aplicando idéntica maquinaria para otros fines agroalimentarios.

La sociedad medieval tenía una dedicación predominantemente agrícola, donde los cultivos de cereal constituían la producción principal. Constancia de lo dicho son la gran cantidad de molinos aún existentes en las márgenes de los arroyos principales del territorio cillerano, casi todos con cimientos del Medievo. Edificios específicos debieron ser construidos en las márgenes de ríos y arroyos a fin de aprovechar los recursos hidráulicos que los mismos brindaban para la molienda. Ello dotó de gran originalidad a estas instalaciones, pues, a diferencia de una fragua o un telar que podían ser instalados en cualquier casa particular, molinos y almazaras debían ser ubicados en lugares concretos que reunieran las condiciones necesarias para la realización del trabajo llevado a cabo en su interior. El lugar más demandado en el término de Cilleros fue el llamado en otros tiempos "Arroyo de los molinos", formado por los Arroyos del Pajarino, de la Dehesa y del Campillo, en el paraje de La Arena.

Atendiendo a la disposición de su rueda hidráulica, los molinos hidráulicos se pueden clasificar en dos grupos: aceñas y molinos de rodezno.


Los molinos construidos durante la Edad Media en las orillas de los ríos y arroyos fueron llamados aceñas. Estas construcciones se caracterizan por presentar una rueda de gran tamaño y vertical, que transfiere su movimiento, mediante un eje horizontal, a otra rueda dentada vertical. Esta última, denominada "catalina" engranaba sus dientes angularmente con una pieza cilíndrica, llamada "linterna", la cual quedaba ensamblada con un eje vertical que transformaba el giro de la rueda en un movimiento rotacional de las piedras o muelas.


A finales del medievo comenzaron a implantarse los molinos de ruedas horizontales, entre los cuales pueden distinguirse los de canal y los de cubo, todos ellos con ejes verticales que transmitían el movimiento de los rodeznos hacia las muelas de forma directa.


Los molinos de rodezno de canal se construían fuera de la corriente hidráulica aunque no muy lejos del cauce. Para su funcionamiento, se recurría a la construcción de represas con el fin de almacenar el agua y conseguir la presión necesaria en los lugares donde las corrientes de los río o arroyos no eran fuertes. El agua se reconducía, por medio de un canal, hasta una dependencia inferior del molino donde se ubicaba el rodezno.


Los molinos de rodezno de cubo empleaban los mismos mecanismos que los molinos de canal, pero con la perticularidad de que el agua se acumula en un depósito con forma de torre hasta su llenado, para luego ser vaciado de golpe sobre la rueda horizontal (rodezno).


Éstos molinos han estado en funcionamiento hasta bien entrado el siglo XX, cuando otros inventos como la prensa hidráulica y la electricidad los condenaron a caer en el olvido. 


Pero, lejos de ser una fase de retroceso absoluto, la Edad Media fue testigo de continuas mejoras técnicas, donde sobresalieron, por su importancia económica y social, aquellas centradas en utilizar la energía, particularmente la de origen hidráulico, para obtener alimentos, cuya utilización permitió el despegue industrial agroalimentario previo al Renacimiento. Su importancia fue tal, que la explosión socioeconómica de finales del Medievo no hubiera sido posible sin el suministro energético proporcionado por los molinos hidráulicos, introducidos a un ritmo cada vez mayor a partir del siglo XI.


Los molinos como impulsores de la industria medieval: ingenios para la obtención de alimentos - Alberto Moreno Vega y Mª Yolanda López Gálvez