El emplazamiento de La Milana o Torre Milanera (llamada así por ser el baluarte más destacado de la misma una airosa, fuerte y erguida torre en cuyas altísimas y agrietadas almenas, y en sus mechinales, anidaban los milanos desde tiempos remotos) se encuentra en las inmediaciones de Moraleja, en un elevado promontorio de unos 300 metros de altura, ligeramente aplanado, entre las confluencias de los ríos Rivera de Gata y Árrago, en el paraje conocido como Las Juntas. Se trata de una construcción semicircular que marca claramente el área de emplazamiento, adaptándose a la topografía del terreno; en la parte alta del mismo hallamos un promontorio por el que se accedía al recinto desde el camino antiguo de La Milana. El resto, aparentemente llano, desciende suavemente hacia el extremo de confluencia de los ríos. Esta adaptación a la topografía del terreno y a los cursos del río, proporciona una defensas naturales de por si existentes. Aunque no conservan restos de una gran monumentalidad, si se pueden apreciar que los lienzos del encerramiento de protección están compuestos de gruesos muros. La línea que conforma esta posible muralla está jalonada por restos de edificaciones que se encuentran muy erosionados y enterrados. Aunque las referencias históricas del lugar no aparecen hasta el siglo XII, todo hace pensar que por su situación, emplazamiento, cerramiento y defensas naturales, se trataría en sus orígenes de un asentamiento castrense, probablemente Vetón, dentro del contexto céltico de la región, que iría derivando en función de las diferentes ocupaciones del lugar, figurando la fortaleza medieval de una factura árabe indudable, y una iglesia intramuros de lógica construcción cristiana.

Las referencias escritas sobre la primitiva fortaleza de Milana datan como mínimo del siglo XII. Destaca la importancia estratégica de Milana en la campaña contra los musulmanes emprendida por Fernando II, época en que tanto la Milana como otras villas y castillos de la Sierra de Gata estaban en poder musulmán. Tras la Reconquista, la participación decisiva de la Orden del Temple en la conquista motivó que el monarca entregase el dominio de Milana así como otras villas y fortalezas de la Sierra (Cilleros, San Juan de Máscoras, etc.).

Si importante fue el protagonismo de este emplazamiento durante el convulso periodo medieval antes indicado, pasado éste, el lugar va sumiéndose en la degradación y ruina, teniéndose constatación de su abandono definitivo en el siglo XIV. Hoy ya no existen más que algunos lienzos de la gran cerca y fuertes soterrados cimientos del núcleo principal de la fortaleza, que fue cabeza de una de las encomiendas de la Orden de Alcántara, y que con anterioridad habia sido pertenecia de los caballeros de la Orden de Calatrava y de los Templarios.





Fuentes: Jose Antonio Alvarez, Manuel Herrera - El castro de la Milana; Velo y Nieto, - Castillos de Extremadura