Las piedras graníticas del norte cillerano, impresionantes por su tamaño y las formas que la erosión de la naturaleza les ha proporcionado, guardan además copiosos vestigios arqueológicos como las enigmáticas tumbas excavadas en roca, relacionadas con la siempre misteriosa cultura de la muerte. Se trata de sepulcros excavados en piedra y con formas variadas, encontrados en parajes aislados, siempre asociados a contextos arqueológicos tardo-romanos, visigodos e incluso altomedievales.


La ubicación y la misma tipología de los sepulcros pétreos y su posible significado espiritual están relacionados, en muchos casos, con los llamados Santuarios rupestres, lugares donde se rendía culto a la Naturaleza, de acuerdo con el mundo religioso de los pueblos prehistóricos. Siendo la piedra un elemento primordial de la naturaleza, símbolo de lo imperecedero, se entiende que haya sido objeto de sacralización desde tiempos remotos.

Como muestra de la ubicación de estas necrópolis cerca de asentamientos prehistóricos romanizados está la tumba excavada en granito y localizada en la vega del Arroyo del Campillo. El asentamiento debió situarse en una loma de escasa altura situada entre el arroyo y una corriente tributaria. Se observan abundantes mampuestos de granito incluyendo varios bloques dispuestos en vertical y alineados, así como una notable concentración de material latericio romano. La sepultura, de 184 x 55 centímetros, excede a las dimensiones habituales de estas estructuras.