Haciendo memoria de otros tiempos, resulta sugerente pensar que nuestra tierra fuera en tiempos pasados, escenario de escaramuzas bandoleras. Y es que la frontera entre España y Portugal, conocida como "La Raya", era un lugar privilegiado para la actividad "bandoleril". Su accidentada geografía, la debilidad de las fuerzas de seguridad y la relativa facilidad para cruzar de un país a otro para evadir la justicia, permitieron que muchos grupos armados, a menudo dedicados al contrabando, el robo y el secuestro, camparan a sus anchas. Como características comunes entre los bandoleros de esta época, podemos destacar:
Entre los bandoleros que rondaban por Sierra de Gata, uno de ellos destaca por encima de todos: "El Semental", malhechor de origen portugués activo en la etapa isabelina (mediados del siglo XIX). Su figura se enmarca en un periodo de gran inestabilidad en la Península Ibérica, marcado por las guerras Carlistas en España y las revueltas liberales en Portugal, que crearon un caldo de cultivo ideal para el bandolerismo.
"El Semental" lideraba cuadrillas de bandoleros que operaban en toda la provincia de Cáceres, centrándose especialmente en la Sierra de Gata. Pueblos como Cilleros eran zonas rurales donde la autoridad estatal tenía una presencia limitada y donde las cuadrillas podían actuar con relativa impunidad. Su principal método para obtener riqueza era el secuestro de propietarios acomodados, tanto españoles como portugueses. La práctica de exigir rescates (de 60.000 a 80.000 reales, una suma considerable para la época) era común entre los bandoleros más organizados, ya que les permitía financiar sus operaciones y mantener a sus hombres. El miedo que infundían era tal que las víctimas o sus familias a menudo accedían a pagar para evitar males mayores.
En la prensa de la época eran frecuentes las noticias al respecto:
Acaba de suceder un hecho en el término de Valverde del Fresno que por su avilantez no puede menos de darse al público. Salió don Lorenzo Manso y Fernández a distancia de dos leguas a ver su hato, cuando sobrecogido por cinco salteadores a caballo, el fascineroso Semental que los capitaneaba escribió una carta firmada por el desvalido para que su familia le enviara la enorme cantidad de cien mil reales, sin cuya suma el decrépito padre no sería rescatado.
Eco del comercio, lunes 21 de febrero de 1842.
Al parecer, se acabaron pagando 35.120 reales por el rescate.
En otras ocasiones, el rescate solicitado era bastante más económico, posiblemente relacionado con la capacidad económica del secuestrado:
El gobernador civil de Castelo-Branco dice a este jefe político, fecha 13 de mayo de 1842, tiene dadas órdenes para perseguir a los dos portugueses que se llevaron a D. Esteban Hidalgo, de Cilleros, exigiéndole 2.000 reales de rescate, para que sea devuelto a las autoridades españolas, y se forme causa a los habitantes de Peña-García, lugar de los salteadores.
La Posada, sábado 28 de mayo de 1842.
Los esfuerzos de las autoridades por acabar con este tipo de actividades fueron diversos. Y sería con la progresiva implantación de la Guardia Civil, creada en 1844, cuando se empieza a controlar de manera más estricta lo que había sido tarea ocasional de los Cuerpos de Voluntarios Reales, dotaciones de escopeteros, milicias y columnas militares.
La banda de "Los muchachos" de Santibáñez, cuadrilla con un promedio de 15 miembros, destacaron por su crueldad, contando en su historial con 25 víctimas mortales, 12 en asaltos y 13 en enfrentamientos con la tropa, así como con numerosos heridos, múltiples violaciones, robos de caballos, extorsiones, torturas etc. Sin duda fueron los bandoleros más sanguinarios no sólo de Extremadura, sino de todo el país, muy por encima de sus colegas andaluces. A seis de sus miembros se les condenó a ser arrastrados por las calles, sufrir garrote vil, y a que sus cabezas fueran expuestas en jaulas en las plazas de sus pueblos y sus cuartos en los lugares teatro de sus fechorías. A los bandoleros muertos se los desenterró y sus cabezas fueron también expuestas. Entre sus colaboradores se condenó a dos alcaldes, dos clérigos y 25 mujeres.
Silvestre Martín, alias "Manso", y Santiago Fernández, fueron detenidos en San Martín de Trevejo en 1839. Se dice que el propio Semental murió en 1842 aunque no hay fuentes que lo certifiquen. Y en 1856 sería capturado en Torre de Don Miguel, Francisco Hernández "El Lobo", el último bandolero de Sierra de Gata.
Fuentes: El bandolerismo en Extremadura en el siglo XIX - J. Agustín Sánchez Rey; La Audiencia de Extremadura y el sistema penitenciario (1820-1868) - María Jesús Merinero Martín.




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